Vivir en armonía con Dios y nuestros semejantes abrirá las puertas de los cielos, de manera que llueva provisión y abundancia.
Por Maleni Grider
La riqueza de Dios es inconmensurable. No podríamos imaginar exactamente todo lo que Él puede regalarnos. Dios es un Dios dador. Cuando nos creó calculó todo lo que necesitamos. No solo física sino también emocional y espiritualmente.
Cuando algo nos falta en la vida de manera permanente, es señal de que tenemos cosas fuera de lugar. Muy a menudo nuestras oraciones son peticiones, pero pedimos limitadamente. Esto es porque la cultura moderna nos enseña a buscarnos el sustento diario, la ayuda emocional que requerimos, las compañías adecuadas, etcétera.
Aunque todo eso es positivo, y debemos ser lo suficientemente responsables para trabajar, proveer para nosotros mismos y para nuestra familia, la provisión más bendecida es la que viene de lo alto. Sin embargo, no sabemos pedir correctamente, y muy a menudo nuestras expectativas son demasiado cortas.
Si pudiéramos ver la gloria de Dios, abriríamos nuestros oídos y nuestras manos para recibir abundantes bendiciones. Si supiéramos todo el amor que Él quiere darnos, no mendigaríamos amor en ningún otro lugar. Si comprendiéramos los regalos que el Señor ha ido acumulando para entregarnos, no habríamos de ir en busca de ningún otro proveedor o fuente de satisfacción.
Poner toda nuestra fe, nuestro esfuerzo y diligencia en recibir las dádivas inigualables de Dios es la fórmula perfecta y la mejor inversión de nuestro tiempo. Si intentamos ser rebeldes a los principios que Él ha establecido en su Palabra como parámetros de conducta, cancelaremos las promesas que Él ha preparado para nosotros.
Vivir en armonía con Dios y con nuestros semejantes abrirá las puertas de los cielos, de manera que llueva provisión y abundancia. Quizá debamos venir al manantial de vida con vasijas mucho más grandes. Hemos venido con pequeños vasos, pero incluso si trajéramos tinajas, el flujo de bendición no cesaría ni se haría más pequeño.
Creamos hoy en ese Dador de vida que es nuestro Señor, recordemos la multiplicación de los panes, busquemos su dádiva inagotable de paz, amor, alimento, vestido, consuelo, gracia y toda prosperidad. Pidamos confiadamente, sabiendo que Él posee todo aquello que nos hace falta.