La lealtad es un sentido de pertenencia en el que demostramos amor, respeto y confianza. 

Por Maleni Grider

El patrón le dijo: “Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón”.
Mateo 25:23

Uno de los frutos del Espíritu es la fidelidad (Gálatas 5:22). Parece ser que para Jesús es muy importante la fidelidad. Él es fiel. Y espera la misma fidelidad de nosotros. “El que ha sido digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza también en las importantes y el que no ha sido honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas importantes”. (Lucas 16:10). En otras palabras, si no somos fieles, no somos confiables. El que no es fiel en lo poco, no es fiel en lo mucho, dice otra traducción.

La lealtad es un sentido de pertenencia en el que demostramos amor, respeto y confianza. Es una forma clara de decir “puedes confiar en mí, no te voy a fallar”. Dios Padre, siendo nuestro creador, no puede dejar de ser fiel a sí mismo ni a aquellos que lo aman y esperan en Él. Su fidelidad es infinita, a prueba de todo.

Nosotros, como seres mortales, podemos fallar a veces, pero también estamos capacitados para ser fieles en maneras increíbles, hasta la muerte. Si el Señor nos confía o entrega algo, y somos fieles, nos dará más. Pondrá más bendiciones y más responsabilidad en nuestras manos.

Pero ser fiel implica renunciar a mucho. Significa guardarse para algo o para alguien. También, significa permanecer leal ante circunstancias o tiempos difíciles. Ser uno solo con aquello o aquellos a quienes amamos. Ser fiel es persistir en el convencimiento de que nos encontramos en la ruta correcta, con el propósito correcto.

En la Biblia existe un ejemplo de fidelidad ejemplar, aceptada por el Señor, la cual promete ser galardonada por Él. De las iglesias a las que el Espíritu habla, una es elogiada en especial. Es un pasaje hermoso de la Escritura, el cual haríamos bien en recordar:

“Escribe al ángel de la Iglesia de Filadelfia: Así habla el Santo, el Verdadero, el que guarda la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar, y si cierra, nadie puede abrir. Sé lo que vales; he abierto ante de ti una puerta que nadie podrá cerrar, pues, por pocas que sean tus fuerzas, has guardado mi palabra y no has renegado de mí. Mira que voy a tomar a algunos de la sinagoga de Satanás, de esos que se llaman judíos y no lo son, sino que mienten. Yo haré que vayan y se postren a tus pies, porque habrán visto que yo te amo. Has guardado mis palabras, que ponen a prueba la constancia, pues yo te protegeré en la hora de la prueba que va a venir sobre el mundo entero y que probará a los habitantes de la tierra. Vengo pronto. Mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate la corona. Al vencedor lo pondré como columna en el Templo de mi Dios, de donde nadie lo sacará. Grabaré en él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad que baja del cielo, la nueva Jerusalén que viene de Dios, y mi nombre nuevo. El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias.”
Apocalipsis 3:7-13

¡Cuánta grandeza hay en ser aprobados por Aquel que nos amó y lo dio todo por nosotros! Si Jesús ama tanto la fidelidad, ¡qué grandeza será recibir una palabra de aprobación y recompensa por parte de Nuestro Señor! ¡Cuán hermoso sería algún día escuchar su voz decirnos: “Por cuanto has sido fiel, entra en la presencia de tu Señor”!

Es interesante la etimología de la palabra “fidelidad”. Fidelitas, en latín, significaba originalmente la virtud de mantenerse fiel a un señor o a un rey. Cumplir cabalmente las obligaciones, mantener una fe constante hacia otro, estar adherido a algo, es decir, una conexión íntima y verdadera con alguien.

Seamos, pues, fieles a Dios, a nuestro cónyuge, a nuestra familia, a nuestra iglesia, a nuestros proyectos, y a nuestros principios. La fidelidad promueve la integridad, y de ésta hay un solo paso a la santidad. Dios nos demanda ser santos como Él es santo. Bien haremos en mostrar fidelidad en todos nuestros caminos y empresas. Así conquistaremos lo que emprendamos y quizá ganaremos la corona de la vida cuando lleguemos a la presencia de nuestro Señor.