Por H. Luis Eduardo Rodríguez, L.C.
“Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».”
(Mc 13,33-37 / I Domingo de Adviento B)
¡Cómo olvidar esas noches, estando todavía pequeño, en las que mis papás salían a una reunión o a una cena y nos quedábamos despiertos leyendo, jugando, viendo TV…, sin su permiso, claro! El cuarto que mi hermano y yo compartíamos daba hacia la calle. Teníamos siempre una oreja en la tele y la otra en la ventana, para saber cuando ya estaban llegando. En realidad, no podíamos ver la tele los días de semana y nos teníamos que ir a dormir temprano. Si nos cachaban, la perdíamos también el fin de semana. Pero nosotros aplicábamos bien el dicho de los antiguos romanos: carpe diem.
La frase carpe diem significa, literalmente, “apodérate de/aprovecha el día”. Todos tenemos los días contados; unos tienen más, otros menos. Lo único cierto, para todas las personas, es que nadie sabe cuántos le quedan. Para muchos, carpe diem significa “aprovechar para hacer todo lo que se me ocurra, porque tengo el tiempo limitado”. Pero nosotros tenemos una ventaja: nosotros sabemos qué viene después.
Cuando un atleta hace un triatlón, como el Ironman, él sabe que no puede gastar todas sus energías en los 3.8km de natación, porque todavía le faltan 180km de bici y una maratón corriendo. Si alguien hiciera una carrera así, sin saber qué viene después, podría desgastarse en la primera etapa y ya no ser capaz de terminar la carrera completa. En cambio, quien sabe lo que viene después, puede optimizar su energía en cada una de las etapas para salir victorioso.
Nosotros sabemos que esta vida no es el final de la carrera: todavía nos espera la vida eterna. Y sabemos que el cambio de etapa puede estarnos esperando a la vuelta de la esquina. Estamos en una posición de ventaja; sólo tenemos que aplicar el carpe diem. Si hoy fuera mi último día en la esta vida, ¿qué haría para asegurarme de salir victoriosos en esta carrera y poder recibir el premio de la gloria? Vivir así es vivir velando. Quien vela, siempre está preparado. Quien está preparado, ha sabido aprovechar al máximo cada día de su vida: ¡carpe diem!