Por: P. José Valencia, L.C.
Te presento este e-book “Relanzando una sección RC” que busca compartirte mis experiencias en los primeros años como director de sección. Es un camino posible, nunca una receta para aplicar sin más, pero creo que te puede ayudar a identificar los elementos esenciales para que los jóvenes de las secciones del RC puedan encontrarse con Cristo y convertirse en líderes católicos maduros al servicio de la Iglesia (EFRC 8).
Si hoy te nombraran director de sección, ¿Qué pasaría? ¿Qué te aconsejaría? Ante todo, mucha fe y oración pues “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” (Slm 127). Por más proyectos que tengas, por más éxitos o fracasos, por más cambios de planes, nunca descuides una oración profunda con Jesucristo. Sólo Él puede dar fruto, y lo da incluso a través de nuestros errores y fallas. Si te mantienes unido a Cristo, tienes garantizado el seguro contra accidentes y la llegada al puerto de paz…
En segundo lugar, te daría el consejo que me dieron a mí cuando llegué como diácono a la sección: “Dedíquese a formar formadores”. Pero ¿y eso?, ¿qué implica en lo concreto? El e-book trata de explicarlo con detalle. Como director o responsable de equipo necesitarás construir la sección sobre la roca sólida de los formadores. ¿No tienes? Pues manos a la obra. Un formador es un miembro RC, es decir, un católico auténtico y un apóstol comprometido, pero que además está formado y tiene aptitudes de liderazgo. Con esto quiero subrayar que un formador no es una persona con buenas intenciones, pero sin formación o alguien que recibe este título, pero sin haber avanzado por un proceso de capacitación. Tan importante es dedicarse al apostolado como el dedicarse a la propia formación. Equilibrio que empieza por la formación de formadores con un programa bien estructurado.
Como director, dedica la mayor parte de tu tiempo a atenderlos en dirección espiritual, a estar con ellos, a formarles, a crear proyectos para ellos, etc. Cuando doy conferencias sobre este tema, me suelen preguntar: “¿Cómo le hacemos para que los jóvenes se comprometan?”. Y mi respuesta siempre es la misma: “No se pueden comprometer a todos los jóvenes…, sólo se pueden comprometer a los formadores”. Si logras que el núcleo de la sección se consolide, todo irá sobre ruedas. Así que tu prioridad será tener esta columna vertebral comprometida antes de querer expandir la sección y elevar los números. No crezcas más allá del número de formadores (o responsables de equipo) que ya estén formados. De lo contrario tendrás que ser tú quien soporte la gestión de la sección y fácilmente te saturarás, y cuando te cambien todo se vendrá abajo. La prisa no está en crecer por crecer, sino en crecer en formadores. Crecer más en profundidad que en extensión. La primera prioridad (la profundidad) tarde o temprano evolucionará en la segunda (la extensión).
Alguna vez un director de sección me dijo que estaba cansado de perseguir gente. Yo pensé, ¿habrá entendido la hermosa la labor de un pastor de ovejas o del pescador de hombres realizada por Jesucristo? Parte esencial del director es estar ahí en medio con las ovejas, como tanto ha insistido el Papa Francisco: “con olor a oveja”. No dejes que los pendientes “de oficina” te aíslen de las personas. Cuida que la mayor parte de tu tiempo sea cara a cara con tus almas. Además, debes aprender a ir delante de ellas para dirigir (con claridad) y detrás de ellas para, siguiéndolas, descubrir nuevos caminos. ¡Cuántos nuevos caminos de evangelización inventan los mismos jóvenes! Todo esto te implicará renuncias, pues siempre está el peligro de dedicarnos a hacer cosas buenas y santas, a tomar (o a dar) cursos por doquier, o a ayudar en todas partes…, pero descuidando la entrega a la misión de formar formadores en el lugar concreto que te ha asignado la providencia.
Otro consejo. Hay que mantener un equilibrio entre el control y el empoderamiento. No puedes delegarlo todo pues al final se trata de un trabajo con voluntarios que se basa en la buena fe. Se necesita dirección, ensuciarse las manos, gastar tu tiempo por los demás en esa vida ordinaria que se construye poco a poco. También necesitas delegar, empoderar, confiar en que ellos son los protagonistas y harán las cosas bien (aunque a veces se equivoquen). “Si quieres correr rápido, corre solo; si quieres correr lejos, corre acompañado”. Trabajando en equipo, involucrando a los más posibles en las decisiones y en la gestión, te permitirá llegar más lejos. Ama a cada persona y respeta los tiempos de Dios para cada alma. Recuerda que cada uno tiene sus límites y un sueño de santidad diseñado por Dios. ¡Fíjate mejor en lo bueno! Lo malo siempre abunda, lo bueno hay que atesorarlo como una perla hermosa.
Puedes ser muy simpático y alegre, ¡no lo pierdas! Además, busca ser profesional y ordenado. Los grandes proyectos requieren constancia, lucha, disciplina. “Que los hijos de las tinieblas no sean más astutos que los hijos de la luz” (Lc 16,8). Que nuestras actividades, forma de promocionarlas, los contenidos, conferencistas, etc., sean siempre de excelencia. Nuestro mundo necesita apóstoles de calidad y no de espontaneidad o de improvisación. La Iglesia en esta nueva época deberá presentar el mensaje de Cristo con todo su atractivo. No basta hacer el bien, hay que hacerlo de la mejor forma posible. Por ello te recomiendo optar por la calidad sobre la cantidad de actividades. La vida ordinaria de los encuentros con Cristo cada semana, la oración en personal, los retiros de mes, los cursillos y el apostolado, requieren serenidad, regularidad, constancia. No multipliques demasiado el número de eventos para que la vida ordinaria tenga su espacio e importancia. En este mismo sentido, te invito a ser responsable en el número de hijos que atiendes en dirección espiritual o diálogo. Si tienes demasiados hijos, no los podrás acompañar de la mejor manera. Pero tampoco esperes a que lleguen solos… ¡Hay que estar en salida para ser fecundos!
Por último, te invito a ser realista, exigente y con una visión de fe. Realista para saber que hay que sembrar, y toda siembra lleva su tiempo e implica que muchas semillas se pierdan. Hay que ser exigente pues el tipo de católico que Dios quiere formar a través del RC implica un compromiso y unas renuncias que no todos están llamados a dar. Implica, de tu parte, saber motivar y exigir lo que cada uno está llamado a dar con un estilo concreto de liderazgo. Mantén una visión de fe pues “los que siembran entre lágrimas cosecharán entre gritos de alegría. Se van, se van llorando los que siembran la semilla, pero regresarán cantando, trayendo sus gavillas” (Slm 126).
Siembra con fe y cosecharás. Confía en que “en vano te levantas tan temprano y te acuestas tan tarde, y con tanto sudor comes tu pan: él lo da a sus amigos mientras duermen” (Slm 127). Cristo es el primer interesado en que tu sección dé fruto.
Pide consejo a tus directores, escucha a tus ovejas, pero sobre todo confía en que “como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y haberla hecho germinar, para que dé la simiente para sembrar y el pan para comer, así será la palabra que salga de mi boca” (Is 55,10).
¡Felicidades directora o director! Tienes en tus manos el sueño de Dios…
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