Hoy me pregunto si habré hecho lo suficiente durante el año que terminó, sé que he alcanzado algunas de mis metas, pero también sé que debo plantearme nuevas e ir hacia ellas con mayor diligencia y compromiso.
Por Maleni Grider
Mientras me siento frente a la computadora medito en la importancia de terminar todo lo que comenzamos. Porque cada ciclo tenemos nuevas ideas, nuevos propósitos y nuevos proyectos, pero… ¿realmente los realizamos?
Lograr nuestras metas habla de nuestro nivel de madurez y de nuestro carácter. También podemos demostrar nuestra capacidad de compromiso y lealtad hacia el Señor cuando nos proponemos alcanzar nuevas empresas.
Jesucristo bajó a la tierra con un solo propósito, y nunca perdió el enfoque. Todo lo que hizo fue consistente, a tiempo, perfecto. Al final, cuando pendía de la cruz, algunas de las últimas palabras que pronunció fueron “Consumado es”. Fue doloroso, le tomó la vida, la sangre, el aliento, pero logró su misión.
Asimismo, el apóstol Pablo, en la recta final de su vida, estando en la cárcel a punto de ser sacrificado, se sintió satisfecho y en completa paz: “Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación”. 2 Timoteo 4:6-8
Pablo, al igual que los demás apóstoles que fundaron la Iglesia y establecieron la doctrina de Jesucristo, son un ejemplo altísimo de lealtad a Dios, perseverancia, sacrificio, esfuerzo extremo, fe inquebrantable, trabajo arduo, enfoque inconmovible, hasta que lograron su misión apostólica en la tierra.
Nosotros, con nuestras pequeñas metas, nuestra corta visión, nuestro mundo material y poco espiritual, muy a menudo no somos capaces de mantenernos en el esfuerzo de lograr los propósitos que Dios nos ha propuesto, o que nosotros mismos nos hemos planteado, y abandonamos la carrera antes de llegar a la meta.
Hoy me pregunto si habré hecho lo suficiente durante el año que terminó, y sé que la respuesta es posiblemente no. Pude haber hecho más. Pude haberme esforzado más. Pude haber persistido con mayor fuerza. ¿Qué pasó? Cientos de circunstancias. Pero ¿no tuvieron esos hombres de Dios circunstancias mucho más adversas que las mías? Tengo que exigirme más y esperar más de mí para este año. Sé que he alcanzado algunas de mis metas, pero también sé que debo plantearme nuevas e ir hacia ellas con mayor diligencia y compromiso.
Quiero recordar a lo largo del año que comienza la obra de Cristo en la cruz, su trayectoria, su entrega. ¿Qué hubiera ocurrido con la humanidad si Él no hubiera completado su misión? ¿O si Pablo no hubiera terminado su carrera ni hubiera luchado la buena batalla de la fe? ¿Cuánto se perderá si nosotros no terminamos aquello que comenzamos, o aquello que nos ha sido encomendado desde lo alto?
Hoy quiero cerrar esta reflexión con un mensaje de meditación profunda sobre cuáles son las misiones que emprenderemos a lo largo de este año, y sobre la importancia de consumar con valor todo aquello que nos propongamos.
¡Feliz 2019! Gracias por leer las palabras que su servidora articula cada semana. Sean bendecidos en la abundancia del amor y la gracia del Rey Soberano.