Regnum Christi México

Cuidar de mí, para cuidar a los demás.

Regnum Christi

Cuidarse de uno mismo es cuidar mejor todo nuestro entorno: lo personal, lo familiar, lo laboral.

Por Fernando de Navascués

Siempre me ha extrañado mucho una indicación que dan las azafatas  antes de despegar el avión. Vienen a decir que si se despresuriza la cabina, saltarán las máscaras de oxígeno y que lo primero que debemos hacer es ponérnoslas  y después ayudar a los demás a colocárselas. En fin, yo siempre he pensado que si voy con mi hijo pequeño, con mi abuelita impedida, o con alguien que no sepa bien qué hacer…, que lo primero sería atenderlos a ellos y después a mí mismo.

Realmente hasta hace unos años me parecía una indicación que promovía el “sálvese quien pueda”, y no una correcta y educada convivencia en la aeronave. Con el tiempo he entendido que efectivamente no es así, y se corre el riesgo de perjudicar no solo a uno mismo sino también al acompañante.

Creo que el título de estas líneas es más que acertado, se vea por donde se vea. El mundo tiene demasiados redentores que se miran a sí mismos y presumen de no tener tiempo para nada más que para solucionar los problemas de los demás. Desde políticos a clérigos, desde padres de familia a voluntarios de ONGs. Y quizá todos ellos se olvidan de lo fundamental, de que para conseguir lo que se quiere hay que tener los medios –uno mismo- en perfectas condiciones físicas y espirituales.

Redentor, redentor, lo que se dice redentor, aquí no hay más que uno. Y ese es Cristo. Los demás participamos y colaboramos según la vocación que Dios nos da. Y leyendo el Evangelio nos encontramos con un Dios encarnado que si leemos con atención sus páginas, podríamos embelesarnos al descubrir su humanidad: se cansa, llora, le duelen los comportamientos impropios de los demás, necesita dormir, tiene sed, ama, se enfada…, nada de lo humano le es ajeno a Cristo.

Y en medio de esa humanidad del Redentor, encontramos pasajes en los que se retira a orar y a descansar. Otras veces, en cambio, se sienta y disfruta de una buena comida con los amigos. Simplemente: se desconecta.

Fiel en su misión y haciendo santas todas las cosas, también supo cuidarse. Seguramente podría no haberlo hecho, pero sin duda en esa faceta de su humanidad no quiso presentarse como una especie de Superman todoterreno, sino como maestro, incluso, en la normalidad y en la naturalidad de lo puramente humano.

Por eso creo que es más que sospechoso y muy poco apostólico –cuando de lo que se trata es de promover una imagen de apóstol-, escuchar frases como: “No me hace falta pedir ayuda, yo puedo con todo”, “Si no lo hago yo, nadie lo hará”, “No tengo tiempo, estoy totalmente por absorbido por este proyecto”…

Quizá puntualmente pueda darse el caso, pero en general, como sistema de vida… ¡No sé…! Hay algo que está mal. No es egoísta cuidarse a sí mismo. No es nada egoísta sentarse y descansar.

A veces será necesario un fin de semana de “paz”, otras veces será pedir ayuda, por poca que sea. El “cuidador principal” tiene la responsabilidad hermosísima de compartir con muchas más personas la gracia de cuidar al enfermo, de sacar la familia adelante, de conseguir el éxito en un proyecto profesional, de implicar a otros en la obra apostólica…

La realidad es que cuidarse uno a sí mismo es cuidar mejor todo nuestro entorno: lo personal, lo familiar, lo laboral… Te dejo unas ideas que te pueden ayudar a pensar:

1. Humanízate un poco: ten alguien con quien vivir, compartir y expresar tus sentimientos

A veces pensamos que la vida es difícil y hay que ser duros y exigentes con uno mismo, y que los demás solo distraen. ¡Bueno! Si es tu opción creo que estás tomando una magnífica carretera hacia un montón de trastornos físicos y mentales.

Todo lo contrario: eres persona y Dios te ha creado para vivir en relación con los demás. Comparte tu vida, y acepta que no eres perfecto. Los demás te ayudarán a vivir. Ten amigos, sal a divertirte, compártete…

Si el avión pierde presión, ponte primero la mascarilla y después ayuda a los demás.

2. Resérvate un tiempo para ti cada día

Desconecta. Haz deporte. Camina. Busca un rato de silencio. Aunque tengas muchos hijos o muchas personas que atender. Date tu tiempo para esa paz que tu alma y tu cuerpo necesitan. Recarga tus pilas. Diviértete un poco con una buena lectura o con una buena película.

3. Decir “no” no es egoísta

Hijos, trabajo, vida social, compromisos… todo va a seguir igual. No te engañes. Cada día tiene su afán, y por mucho que te empeñes… No es no. Acuérdate del salmo 126, el de “Si el Señor no construye la casa”. Dice así:

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

4. Ora

Aquí sí: “Cuanto más, mejor”. Aquí puedes acordarte de Marta y María. Las dos son santas, pero Cristo dejó claro lo importante: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada” (Lc 10, 38).

Para concluir te dejo una historia triste que apareció en la prensa hace algún tiempo. Fue un caso bastante sonado en el que un multimillonario mató a su mujer y a sus hijos, y finalmente se suicidó pues no quería ver su vida y su familia destrozadas por la “bancarrota”. El diario comentaba lacónicamente que el arruinado multimillonario había perdido millones y millones de dólares, pero aún le quedaban miles y miles como para seguir viviendo una vida más que desahogada, y con la que muchísimos de nosotros nos conformaríamos.

 

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