Regnum Christi México

“Dios con nosotros”

Regnum Christi

Por H. Luis Eduardo Rodríguez, L.C.

“«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”».”
(Mt 25,31-45 / Jesucristo, Rey del universo A)

Creo que este ha sido el evangelio que más me ha costado comentar. En serio. Y lo digo después de un año. Jesús dice las cosas con tanta claridad, que no queda mucho que agregar; pero, al mismo tiempo, este evangelio nos puede dejar un sabor acre en boca: ¿Estamos celebrando al Rey del universo, a la Misericordia en persona… y condena a algunos de sus súbditos, y los llama “malditos”? Al pensarlo un poco, puede resultar algo desconcertante.

Muchos no se atreverían a arriesgarse a poder salir tan mal, por tener la oportunidad de llevarse el premio de los primeros: es la crisis de conformismo del mundo de hoy. Otros, se aventarían a lanzarse a la apuesta por la pura adrenalina. Otros más, lo harían aspirando a la victoria. Pero creo que la lectura de este evangelio no se trata de vernos a nosotros, sino de ver a Jesús, a nuestro Rey y Señor, a quien estamos celebrando hoy.

A lo largo de la historia de la literatura, podemos encontrar numerosos casos semejantes: el rey que se disfraza de mendigo o de peregrino para poder caminar entre sus súbditos desapercibido. Al infiltrarse de esta manera, el rey puede conocer a su pueblo de manera directa, sin fachadas ni hipocresía. Así se descubren joyas escondidas o se revela el excremento que esconden algunos cascarones brillantes y pomposos.

Pero todos esos reyes, al disfrazarse, seguían siendo “uno”: ellos mismos. Dios opera de manera diferente: cada uno de sus súbditos, de sus amigos, de sus hijos, se vuelve una extensión de sus ojos, de sus manos, de su misma persona. Él no se disfraza para confundirnos: Él vive en cada uno de nosotros. Por eso puede decir: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Y nos lo dice para que estemos atentos, para que ya no veamos la cara de Juan, mi compañero de trabajo, o la de Míriam, la empleada de la casa, o la del pobre pidiendo monedas en el semáforo; sino que veamos a Cristo trabajando a mi lado, que lo veamos a Él limpiando mi casa, que lo veamos a Él al otro lado de la ventana del carro.

“Quien avisa, no es traidor”, recita el dicho. Ya estamos avisados… Si terminamos en el grupo de la izquierda, habrá sido nuestra culpa y sólo nuestra. A lo largo del día, caminando por la calle, en la casa, en el trabajo, me encuentro con decenas, cientos de personas. Son cientos de oportunidades que tengo para amar y servir a mi Rey, para corresponder con un poquito de mi amor a ese enorme Amor que, por mí, se revistió de púrpura regia con los latigazos. Por mí, asumió su corana de espinas. Por mí, reina desde el trono de su cruz.

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