A veces nos confundimos y pensamos que todos los regalos tienen que ser materiales y eso es una equivocación.
Por Fabián Ortiz
Existen ocasiones en las que podemos expresar nuestro aprecio o cariño hacia otra persona con pequeños detalles, como puede ser un regalo. Existen épocas importantes donde estos detalles representan el gran amor que le tenemos a otras personas. Posterior a ese detalle que recibimos, nos toca agradecer por el gesto que tuvo esa persona con nosotros. Sin embargo, a veces nos confundimos y pensamos que todos los regalos tienen que ser materiales y eso es una equivocación porque nosotros podemos ser regaladores de felicidad y amor a un bajo costo.
En el caso de Dios sucede lo mismo. Existen métodos que podemos usar a lo largo de nuestra vida para agradecerle. Un método que podemos utilizar es la alabanza. Esta es la oración más perfecta y certera. También es espontánea. No hay formalismos o guías para seguir una alabanza. Alabamos a Dios con total desinterés porque se lo merece; no por obligación o porque hemos recibido favores. Su misericordia es eterna y es lo que vamos a agradecer. La alabanza no necesita más motivos: reconocemos la belleza de Dios y la celebramos.
Es un don que Dios da a las almas humildes para reconocer y elevar el Espíritu, reconociendo su grandeza, fuerza y su honor. Con ella ponemos nuestra mirada y nuestro corazón en Dios, para que sea Él quien reine en nuestro ser y se haga Su voluntad.
Otro método muy importante y bueno que tenemos a disposición es la oración. Orar es dejar que el amor hable, es un lenguaje aparte y especial. Es un lenguaje que solamente entienden los que aman; basta un gesto, una mirada o una simple sonrisa en el momento adecuado. Tenemos que dejar que el amor actué en nosotros para nosotros hablar del amor, y poder hacer que ese amor llegue a todas las personas a nuestro alrededor.
Dejémonos conducir por el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo mismo es ese amor fraternal recíproco, es decir, el amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre. Tengamos ese corazón dispuesto a amar sin esperar algo a cambio. Entre mas sencillo, mejor. Es la sencillez la que logra un mejor estado de unión con nuestro Señor. Es más puro y transparente cuando se hace sencillo y sin complicaciones. Dejémonos llevar por ese amor fraterno y démosle ese regalo diariamente, para que veamos su mano en todo lo que hagamos y crezca nuestra relación con Él. Con esto no solo mejoramos nuestra relación, sino que empezamos a tener más fe y vamos entendiendo la voluntad de Dios.
Tanto la alabanza como la oración pueden hacerse en cualquier momento. Escojamos un momento adecuado del día para hacerla. Estos pueden ser esos regalos que le hacemos a Dios diariamente, y Él lo va agradecer en lo mas profundo de su ser. Tenemos tanto que agradecer solo con el hecho de respirar, de saber que tenemos una familia, que podemos ir a estudiar y trabajar.
Dios no nos pide regalos extravagantes o altos en precio, Él solo quiere que lo tengamos presente en nuestras vidas y que le demos un buen campo en ella. Que confiemos en Él, que tengamos la certeza de recurrir a Él cuando estamos tristes y cuando queremos que algo nos salga de la mejor manera posible. Porque Él siempre va estar ahí cuando mas lo necesitemos.