Si amo a Dios, no puedo no amar a cada hombre que encuentro en mi camino. Así de sencillo.
Por H. Luis Eduardo Rodríguez, L.C.
“Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».”
(Mt 22,34-40 / XXX Domingo Ordinario A)
10 mandamientos, 7 bienaventuranzas, mandamiento nuevo de Jesús, 31,102 versículos, más de 600,000 palabras… ¡Y ahora me quieren decir que seguir a Jesús es simple y sencillo! Sólo de pensar en el tiempo que me llevaría leer, entender y empezar a vivir lo que Dios me dice en la Biblia ya me dio cortocircuito cerebral.
Así pensaban los fariseos del tiempo de Jesús y muchos católicos de hoy también: normas, prohibiciones, restricciones. Pero contrario a la opinión popular, seguir a Jesús es muy sencillo. Conste: dije “sencillo”, no fácil, “¡sencillo!” Sólo hay dos principios básicos a seguir que en realidad son uno solo, como una moneda: tiene dos caras.
Para ser cristiano sólo hace falta una cosa: vivir el amor. Los fariseos le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante y Él nos lo dejó bien claro: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Y como su amor por nosotros siempre se desborda, nos aclaró, de una vez, cuál sería el segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Así de sencillo, dos mandamientos. ¿Dos?
Si yo le enseño a alguien una moneda con la cara de George Washington y luego le enseño una moneda igual, pero con un águila calva, muy probablemente me dirán que tengo un Quarter, o 25¢ de dólar. Todos sabemos que no hablo de dos monedas diferentes: es una moneda, vista por ambas caras. Sólo una moneda trucada tendría la cara de George Washington por ambos lados y una moneda así, no vale nada.
Dios nos ha creado para ser como Él, para vivir como Él, y Dios es comunión de amor. Por eso el mandamiento principal y más importante es amar a Dios, amar al Amor. Y el segundo no es otra cosa más en la lista: en realidad, es parte del primero. Quien ama a alguien, ama todo lo que el amado ama…, y no, no es un trabalenguas. Todos nosotros tenemos seres queridos y por esas personas que amamos, seríamos capaces de hacer o cambiar cualquier cosa.
El amor a Dios no es diferente al amor humano, es sólo superior, más grande, más intenso. Dios ama a todos los hombres, porque son sus creaturas predilectas, sus hijos. Si amo a Dios, no puedo no amar a cada hombre que encuentro en mi camino. Así de sencillo. Ya lo decía san Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. Sencillo, pero difícil. Jesús nunca dijo que sería fácil. Y también eso nos lo dejó muy claro al subir a esa cruz desde donde nos espera con los brazos y el corazón abierto, derramando la sangre de su amor hasta la última gota.