Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad.
Por Fernando de Navascués
En su mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres, que se celebró el 18 de noviembre, el Santo Padre pide “no ser indiferentes al grito de dolor” de los más olvidados de la sociedad, y más bien dejarse evangelizar por ellos y descubrir en ellos una oportunidad para la Nueva Evangelización. La Jornada Mundial de los pobres fue instituida por el Papa Francisco al finalizar el Jubileo de la Misericordia, y en este año ha tenido como lema: “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, en alusión al Salmo (34,7).
“Las palabras del salmista se vuelven también las nuestras a partir del momento en que somos llamados a encontrar las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en las que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de pobres”. Por ello, el Pontífice subraya que este salmo “permite también a nosotros hoy comprender quiénes son los verdaderos pobres a los que estamos llamados a volver nuestra mirada para escuchar su grito y reconocer sus necesidades”.
Escuchar a los pobres
Hay tres verbos fundamentales en este salmo: gritar, responder y liberar.
Gritar, porque la condición de pobreza “no se agota en una palabra, sino que se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios”. Un grito que expresa sufrimiento, soledad y desilusión, pero al mismo tiempo “esperanza”, ya que pide ser escuchado.
“¿Cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, y nos deja indiferentes e impasibles?”, se pregunta el Papa señalando que, por ello, “estamos llamados a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres”.
Responder a los pobres
Ante esta situación es necesario dar una respuesta concreta. El Señor escucha el grito del pobre y responde: “Su respuesta, como se testimonia en toda la historia de la salvación, es una participación llena de amor en la condición del pobre”. Por nuestra parte, la respuesta que no debe limitarse a la mera “asistencia material”; sino a un auténtico encuentro personal con él, ya que “los pobres no necesitan un acto de delegación, sino del compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor”.
Liberar a los pobres
“El pobre de la Biblia vive con la certeza de que Dios interviene en su favor para restituirle dignidad”, escribe el Santo Padre recordando que la pobreza “no es buscada, sino creada por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia” y que, por tanto, “cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles; atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo”.
Y al respecto, el Pontífice pone en guardia sobre la “distancia social” que tiende a crearse en torno a los pobres, que sufren el rechazo, la marginación y la indiferencia de quienes pasan por su lado ignorando su presencia; ya que, actuando así, “sin darnos cuenta se produce también un alejamiento del Señor Jesús, quien jamás los rechaza sino que los llama y los consuela”.
Los pobres y la Nueva Evangelización
“Sin embargo, para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta del corazón y de la vida, los hacen sentir amigos y familiares. Sólo de esta manera podremos reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y ponerlos en el centro del camino de la Iglesia”, puntualiza el Papa..
“Los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia. Sintámonos todos, en este día, deudores con ellos, para que, tendiendo recíprocamente las manos, uno hacia otro, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, hace activa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en el camino hacia el Señor que viene”, concluye el Obispo de Roma.