Por P. José R. Valencia, L.C.
La era de la inteligencia artificial, de la ingeniería genética, de las computadoras cuánticas y más… ¿será la era de una juventud madura? Confío en Dios de que así será. Los jóvenes nos siguen sorprendiendo con su resiliencia y capacidad de adaptación a los muchos cambios que les sigue tocando experimentar[1]. La “gran generación”, la generación Z nuevamente resurgirá. Ellos están dispuestos a luchar por construir un mejor futuro a pesar de la pandemia[2], las crisis políticas o económicas que puedan venir.
Sin embargo, tenemos que estar atentos para superar los obstáculos que esta generación enfrenta. En los últimos 10 años se duplicaron los índices de depresión en los jóvenes[3], se dispararon en un 100% más los ingresos en hospital por adolescentes que se quisieron dañar a sí mismas, su umbral de capacidad de atención pasó de 10 a 8 segundos y su tiempo delante de una pantalla subió después de la pandemia de 8 a 9 horas diarias (sin contar el tiempo “escolar” de uso de las pantallas). Se ha detectado que la generación Z experimenta un promedio de niveles de ansiedad equivalentes a un paciente de hospital psiquiátrico de los años 50s. Por ello se habla ahora de un virus omnipresente que está provocando una pandemia de ansiedad[4].
Hay que proteger más a los jóvenes. ¡No por favor! Justo eso es lo que más los ha dañado. Ese es el mayor obstáculo. Una especie de miedo y de falta de confianza en ellos desde niños está provocando que no hayan madurado. Está retardando que alcancen todo su potencial. ¡Los necesitamos como son! Lanzados, seguros de sí mismos, creativos, activos[5]. Muchos adultos han querido controlar, estructurar, supervisar y equipar tanto a los jóvenes que los han mantenido en una incubadora con un ambiente aséptico que lo único que ha provocado es una madurez artificial.
Hay que brindarles la oportunidad de ser protagonistas, de tener experiencias reales más allá de las virtuales. Que se arriesguen, que se equivoquen, que se raspen, que se ensucien. Sólo se madura exponiéndose al mundo real. Jesucristo no quiso salvarnos a distancia. Nuestro Señor se encarnó para experimentar en toda su totalidad la vida real humana y madurar con ella. Los jóvenes están redescubriendo a Jesús como alguien real que los acompaña y les da seguridad para arriesgarse[6]. La oración es uno de los mejores antídotos contra la inmadurez. Es ahí, en la reflexión con Cristo que se sienten seguros de sí mismos. Ahí fortalecen su capacidad de reflexionar, de soñar, de amar. Cristo confía en ellos y les da el pleno control de sus vidas. Los anima a conquistarse a sí mismos y a lanzarse a transformar el mundo en una civilización de madurez en el amor. ¡Confía en ellos!
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[1] https://thehill.com/opinion/campaign/597121-five-myths-about-generation-z?rl=1
[2] https://www.theatlantic.com/family/archive/2020/10/how-teens-handled-quarantine/616695/
[3] https://nypost.com/2022/03/12/tiktok-has-become-a-dangerous-mental-disorder-breeding-ground/ y Twenge, Jean (2023). Generations: The Real Differences Between Gen Z, Millennials, Gen X, Boomers, and Silents―and What They Mean for America’s Future
[4] Elmore, Tim & McPeak, Andrew (2019). Generation Z Unfiltered: Facing Nine Hidden Challenges of
the Most Anxious Population.
[5] Valencia, José (2021). ¡Resucítame en los demás! Modelo integral de dirección espiritual.
[6] https://biteproject.com/la-generacion-z-esta-rompiendo-con-las-tendencias-de-secularizacion-y-quiere-saber-y-hablar-mas-de-jesus/
