Todo inicia con una primera decisión: vivir para la carne o vivir para el Espíritu.
Por Maleni Grider
Existen sólo dos formas de conducirnos en la vida: guiados por el Espíritu de Dios o guiados por la carne. Dice el apóstol Pablo, en su epístola a los Gálatas (capítulo 5) que estos dos se oponen entre sí. Los deseos del Espíritu son contrarios a los deseos de la carne.
Cuando somos guiados por los deseos de nuestra carne, a menudo los resultados son pobres e insatisfactorios. Nuestro espíritu se debilita y la fuerza se va de nuestra voluntad. Mucha frustración viene cuando el pecado se multiplica y nos trae consecuencias devastadoras.
En cambio, cuando nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios ocurren dos cosas: a) Nos llenamos de poder, nuestro espíritu se engrandece, nuestra carne obedece, y andamos en victoria, satisfechos, alegres, en paz, logrando empresas cada vez mayores; b) Los frutos del espíritu se manifiestan en nosotros (gozo, amor, paz, paciencia, bondad, fidelidad, dominio propio, fe, etcétera).
Ahora bien, podemos tener poder en nuestra vida, por haber desarrollado la preeminencia del espíritu sobre la carne, en una vida consagrada y de renunciación al pecado. Y podemos tener el poder de influir a otros, realizar sanidades, enseñar o predicar el evangelio, etcétera, pero si no hay frutos del Espíritu Santo quizás estemos haciendo todo en nuestras propias fuerzas y bajo nuestras propias limitaciones.
También podemos manifestar los frutos del Espíritu y tener gozo, paciencia, pero no tener obras ni poder para ministrar a otros en su vida. Pero quienes son guiados verdaderamente por el Espíritu Santo tienen ambos: poder para vivir una vida cristiana victoriosa, llena de buenas obras, y también el fruto de la templanza, el amor, la fe y el dominio propio.
Todo inicia con una primera decisión: vivir para la carne o vivir para el Espíritu, pues estos dos se oponen y no pueden convivir.
“Si viven según la carne, necesariamente morirán; más bien den muerte a las obras del cuerpo mediante el espíritu, y vivirán. Todos aquellos a los que guía el Espíritu de Dios son hijos e hijas de Dios.”
Romanos 8:13-14