Navidad es la fiesta del amor encarnado, que se hace pequeño y disponible.
Por Fernando de Navascués
Ya está aquí la Navidad. A veces pensamos que es solo cuestión de un día, de una noche, y después todo pasa. Y, es verdad, así suele suceder. Las luces y los regalos, la fiesta y la comida. También están el encuentro y los saludos y los buenos deseos… Todas esas cosas que si no estuvieran en esta celebración, todos seríamos un poco más pobres. Pero en Navidad no debe faltar lo más importante: aquello que hace que Navidad sea lo más maravilloso que le puede suceder a un hombre. Algo que si no hubiera familia, o ricas comidas, o regalos… ni hubiera nada de nada de todo eso, seguiría siendo Navidad: el nacimiento de Cristo en Belén.
Aunque en el mundo no vivieras más que tú, Cristo, con la idea de salvarte, también se habría encarnado. Descubrir lo que esto significa debería dejarnos con la boca abierta. Todos y cada uno de nosotros somos únicos en el corazón de Dios, y nos ama a todos individualmente de una forma especial y personal.
Por eso Navidad es Navidad. Es la fiesta del amor encarnado, que se hace pequeño y disponible. Por eso me gustaría compartirte, aunque sea de esta forma curiosa, un abecedario para Navidad.
De todo corazón, Feliz Navidad.
Agradece a Dios el amarte de tal forma que vino a salvarte en forma de niño.
Busca ese lugar del corazón que está lleno de amor. Hazle un hueco en él y deja que poco a poco vaya conquistándolo.
Cambia tus valores. Siempre estás a tiempo.
Date a los demás, como Él lo hizo hace más de 2000 años.
Esfuérzate para que cada día sea mejor que el anterior. Todos los días puede ser Navidad.
Facilita la vida de los demás. Cristo vino al mundo para darnos un camino a seguir. Ahora te toca a ti.
Gánate a los demás para Cristo. Hazte niño.
“Haz de mí, Señor, un instrumento para tu paz”, como decía san Francisco.
Intercede por los otros ante Dios, siempre y en todo momento.
Juzgar a los otros… ¡No! Simplemente ámalos y reza por ellos. Tampoco Él vino a juzgar a nadie.
Kilos de ayuda necesitan muchas personas que pasan hambre y sed cerca de ti. Vacía tus bolsillos y comparte lo que tienes.
Limita tus ansias personales. Vuélcate con tu familia. Los demás, empezando por ella, merecen un espacio en tu vida, dáselo aunque pierdas amigos u oportunidades profesionales.
Llena tu vida de tesoros que valgan para la vida eterna.
Media entre los amigos, los compañeros y los familiares que no se entienden.
Necesitas de los demás: sé humilde y pide ayuda. Jesús en el pesebre necesitó de María y de José.
Ñoño es todo aquel que rechaza la gracia de Dios. Dile que “sí” ya.
Olvida los respetos humanos. El Señor te quiere en primera fila: es tiempo de tener coraje y salir a defender la fe.
Párate, alza tus brazos y da gloria a Dios.
Querer llegar a la meta exige esfuerzo. Él también luchó: era Dios y se hizo hombre, igual que nosotros. Toda una lección de humildad.
Respeta la obra de Dios: el hombre y toda la creación.
Sé tú el primero en salir al encuentro del otro. Como los pastores de Belén.
Toma lo que necesites, pero no seas egoísta ni quites los demás lo que es suyo.
Une tus manos a las de los demás, y oren juntos a Dios.
Valórate a ti mismo. Eres algo preciado para Dios, de lo contrario no se habría encarnado.
X es la letra de la incógnita: tu vida es una ecuación cuyo resultado es el Cielo. Soluciónala.
Yuxtapón ilusiones y esperanzas, las tuyas y las del resto de los hombres. Crea un mundo como Dios quiere: fraterno y justo.
Zambúllete en la vida: Dios te pide que la vivas con Él. Él ya se zambulló en la nuestra.