“Nosotros como sacerdotes estamos inmersos en la realidad social, sufrimos lo que la gente sufre, padecemos las enfermedades que el pueblo padece”
Por Fernando de Navascués
“Los sacerdotes somos pueblo y sufrimos los mismos dolores del pueblo”, dijo monseñor Mario Moronta, obispo de San Cristóbal, Venezuela, en la misa exequial del sacerdote José Luis Jaimes González, en la Basílica de San Antonio del Táchira, hace unos meses. Una Iglesia que acompaña a su pueblo en todo y no sólo en los aspectos pastorales, sino también a la hora de cargar la cruz del dolor, la enfermedad e, incluso, la violencia que se vive en las calles.
En el caso de este sacerdote, José Luis Jaimes murió a causa de una enfermedad crónica que padecía y no conseguía en Venezuela los medicamentos ni la atención médica adecuada. El sacerdote murió en Cúcuta, Colombia, donde fue a recibir los últimos cuidados médicos.
Monseñor José Luis Azuaje Ayala, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, explicó los datos que se conocían en ese momento: que en el 2017 murieron 20 sacerdotes, algunos como consecuencia de la emergencia sanitaria que vive el país, pero otros, fruto de la violencia que se vive en las calles. “Nosotros como sacerdotes estamos inmersos en la realidad social, sufrimos lo que la gente sufre, padecemos las enfermedades que el pueblo padece”, dijo el también Arzobispo de Maracaibo y presidente de Cáritas de América Latina y el Caribe.
“Lamentablemente en Venezuela hemos perdido algunos sacerdotes por falta de medicamentos y de atención a enfermedades delicadas, como aquellas que necesitan de diálisis”. Algunos sacerdotes no han podido “conseguir los hipertensivos o bien otros tipos de medicamentos”, dijo monseñor Azuaje.
A consecuencia de la crisis sanitaria en Venezuela, ha habido un rebrote de difteria, y se ha incrementado significativamente el sarampión y la malaria. Ésta, que no superaba los 23 mil casos, hoy afecta a más de 320 mil personas.
La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada explicaba hace poco algo que cada vez es más normal los robos con violencia e incluso con asesinatos. En este caso informaba del asesinato del sacerdote Irailuis García, de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima. Murió durante un atraco en el que recibió dos tiros para robarle su van en las afueras de la casa parroquial.
Por falta de información es difícil contabilizar el número de sacerdotes o religiosos asesinados desde que comenzó la terrible ola de violencia en Venezuela. La fundación pontificia hace un recorrido por algunos de los casos: en marzo de 2017 el Ministerio de Exteriores de Colombia lamentaba la muerte del sacerdote colombiano Diego Bedoya Castrillón, quien fue asesinado en Aragua, Venezuela, cuando asaltaron la sede de la comunidad religiosa en la que se encontraba. En el año 2016 el sacerdote católico Darwin Antonio Zambrano Gámez, fue asesinado en la ciudad de San Cristóbal, al suroeste del país, durante un supuesto robo con arma blanca mientras realizaba deporte. El Padre Reinaldo Alfonso Herrera Lures, capellán militar en la Infantería de Marina de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, fue víctima de un secuestro y de un posterior asesinato, en septiembre de 2014. Ese mismo año, dos religiosos del Colegio Don Bosco, de la ciudad venezolana de Valencia, -el hermano Luis Heriberto Sánchez, salesiano laico, y el sacerdote Jesús Erasmo Plaza – murieron por múltiples puñaladas durante un robo en dicha casa.
Pero la situación de violencia no la sufren únicamente los vivos… también los muertos a causa de las profanaciones de tumbas, la congregación de los salesianos ha llevado a tomar la decisión de incinerar los restos de decenas de sus miembros fallecidos. “Fueron 41 tumbas de salesianos que fueron profanadas. No se sabe el motivo, si es por simples robos o por otros motivos religiosos, lo cierto es que se pidió a las autoridades cuidado de los cementerios, pero no hubo respuestas”, ha señalado el Consejero Regional para Interamérica de los salesianos, el P. Timothy Ploch.
El P. Eduardo Robles Gil, L.C., director general del Regnum Christi y de la Legión de Cristo, ha pedido a todos sus miembros que no cesen en la oración por el país sudamericano: “Sigamos uniéndonos en una intensa y confiada oración para que Dios, nuestro Señor, asista con especiales gracias y dones a todo el pueblo venezolano”, y de manera particular, señala el P. Eduardo, “a quienes tienen en sus manos la posibilidad de hacer que el país recobre el hilo constitucional y retome el camino de la esperanza, la justicia, la paz y el progreso”.