María: ¡ayúdame a amar a Jesús con un amor tan grande como el tuyo!
Por H. Luis Eduardo Rodríguez, L.C.
“Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado». Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.”
(Lc 2,15-20 / Natividad de Nuestro Señor Jesucristo)
María, cuando me lo dijeron no me lo podía creer. Me decían que había nacido el Mesías, el Hijo de Dios. Que vendría a salvarnos del mal y del pecado en el que nos hemos hundido. Que nos quiere abrir las puertas del cielo, cerradas por nuestra desobediencia. ¡Dios hecho hombre! Hasta parecía demasiado bueno para ser cierto.
Y aquí estoy, en esta cuevita, con burritos y bueyes. Aquí estoy, arrodillado junto al pesebre. Los sentimientos en mi corazón me comen las palabras. ¿Este bebé es Dios, mi Dios? ¡DIOS! Todopoderoso, eterno, infinito, majestuoso, excelso, Rey de reyes y Señor de Señores, el creador de todo el universo, el Inicio y el Fin… Hecho, un, bebé.
Tanta grandeza, tanto poder y lo único que veo es un niño, indefenso, con frío. Ningún posadero lo quiso acoger en su casa. Millones de personas ni se enteraron de que venía. Muchos otros lo quieren matar. ¡Es sólo un bebé!
A este Rey le faltan muchas cosas que hoy día consideramos casi necesarias e imprescindibles. Pero tiene lo más importante, lo único que importa: amor, mucho amor. Sólo una madre es capaz de amar tanto a su hijito. ¡Qué ternura; qué cariño! El corazón humano más grande y más puro amando al Amor en persona.
María: ¡ayúdame a amar a Jesús con un amor tan grande como el tuyo! Que yo no sea de los que no se enteran, que yo no sea de los que lo persiguen y lo quieren matar. Que mi corazón sea una cuna acogedora. Que mi amor caliente su cuerpecito esta noche. Que mi voz lo arrulle al dormir. ¡María, que esta noche, Jesús también nazca en mi corazón!
Foto: Mary of Nazareth