Crear memorias es una huella de amor en el corazón y la identidad de nuestros hijos, una referencia familiar que siempre nos dará seguridad en el futuro.
Por Maleni Grider
El que se va se lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca.
Rosario Castellanos
Recuerdo que cuando el día estaba nublado y el cielo gris, mi abuela solía decir: “Hoy amaneció como panza de burro”. Yo miraba hacia arriba y, siendo una niña pequeña, imaginaba la piel lisa del animal, y reía.
También recuerdo el radio de transistores de mi mamá en la cocina, y la voz del noticiero de las tres de la tarde mientras ella cocinaba. En tiempo de Navidad, recuerdo un león de porcelana que mi madre añadía al Nacimiento (y siempre me preguntaba qué estaría haciendo un animal como ese entre los pastores y las ovejas).
En mi vida de adulta, he atesorado muchas de mis memorias familiares, por eso he puesto algún cuidado especial en crear memorias para mis hijos. Si bien, naturalmente ellos archivarán recuerdos de nuestras actividades, festejos, paseos, viajes, fiestas, rutinas y eventos como familia, de manera intencional construyo formas de hacer que su memoria registre ciertos hechos.
Por ejemplo, en la cocina tengo un pequeño timbre manual, con la carita de un Emoji, el cual presiono cuando la comida está lista. Todos corren a la mesa al escuchar el sonido. Antes tenía que llamarlos uno a uno varias veces, ahora todos vienen contentos y hambrientos a la mesa.
En nuestro tiempo para comidas familiares de fin de semana, cada vez que vamos a comer utilizo un mantel colorido a cuadros, el cual levanta la decoración, la vajilla y los alimentos. Los niños aman ese mantel y les parece hermoso que lo use. Estoy segura de que lo recordarán cuando sean grandes.
En el patio trasero, mi esposo construyó pajareras para ellos, con pedazos de madera que encontró por ahí olvidados. Los niños los pintaron con colores brillantes de acrílico y los colgaron en los árboles para alimentar a las aves. Cada casita tiene sus nombres.
También, en un frasco de plástico transparente, guardamos los centavos y otras monedas de cinco y diez centavos para, eventualmente, sentarnos a dividirlos, contarlos y llevarlos a la tienda a cambiar. Con ese dinero compramos cosas extra que ellos desean, de vez en cuando.
En los últimos días, mi esposo construyó a los dos adolescentes varones una cabaña en el jardín trasero, con baño, regadera, cocineta propia y dos camas. Prácticamente ellos quieren vivir ahí, y su independencia se está desarrollando. Estoy segura de que, en el futuro, cuando se vayan a la universidad o se independicen, recordarán esta hermosa cabañita que su papá y yo decoramos con tanto amor y esmero.
Crear memorias es una huella de amor en el corazón y la identidad de nuestros hijos, una referencia familiar, una alianza íntima con nuestro origen que siempre nos dará seguridad en el futuro. Un recuerdo hermoso es un momento de felicidad que se duplica y refresca nuestra alma. Cuando seamos llamados a ir a la casa del Padre dejaremos memorias imborrables y trascendentes en aquellos a quienes amamos, o que nos amaron.