Vivimos en el mundo digital, y es prácticamente imposible poder escaparse de él. Recuerda, tú y tu familia están antes que el celular.
Por Fernando de Navascués
FOMO son las siglas en inglés de fear of missing out, cuya traducción al español es “miedo a perderse algo”. Y hace referencia al temor por estar o sentirse excluido o no participar de algo. Por lo tanto, el FOMO es la obsesión por estar al tanto de todo y no sentirse aislado. Una reciente estadística indica que el 56 % de los usuarios de redes sociales son sensibles a este tipo de trastorno de ansiedad.
Las manifestaciones más palpables son descuidar otras actividades, principalmente las relaciones con las personas con las que estamos físicamente. Se pierde la concentración en lo que se está haciendo, uno se levanta incluso de la cama porque a medianoche ha sonado un nuevo mensaje… Esta ansiedad provoca falta de descanso, carencias de creatividad, capacidad de respuesta, incumplimiento de compromisos, un exceso de información que afecta al propio criterio… ¿Se ve usted reflejado de alguna forma? WhatsApp, Twitter, Instagram…, y tantas otras redes sociales son auténticas herramientas de robar tiempo. Es verdad que acercan al que está lejos, pero también es verdad que alejan al que está cerca e, incluso, a uno mismo de su propia realidad. Y esto es lo que me parece más delicado.
Realmente el FOMO es la versión provocada por el mundo digital de algo que es tan antiguo como el hombre: el miedo social que siempre ha existido a la exclusión, el saber que tus amistades participan de algo que puede ser mejor que lo tuyo. Algo peor aún, y quizá todavía más dañino: es pensar que tu vida es mucho menos interesante que la de tus conocidos y que tienes siempre la sensación de estar perdiéndote algo. A veces se llega incluso a romper un momento feliz al descubrir que alguno de tus amigos está pasándosela fenomenal en algo que tu desconocías.
Buscando soluciones
Un primer aviso: estamos en la cultura y en el mundo digital, y es prácticamente imposible poder escaparse de él. Solo marchándose a un monasterio de clausura o con unas vacaciones en algún lugar sin cobertura creo que es la única forma de evitar las relaciones digitales. Por tanto, si no podemos cambiarlas, al menos usémoslas a favor nuestro. Es decir, que seamos nosotros quienes las controlemos a ellas. Aquí algunas ideas que pueden ayudar:
- Nadie está obligado a responder y reaccionar en las redes sociales de forma inmediata. Si hay algo muy urgente, ya me enteraré, y quien desea comunicarse conmigo, si verdaderamente tiene interés, ya lo hará. Así de claro. El 99,99% de las comunicaciones por redes sociales no son urgentes. Eso no quiere decir que haya que evitarlas, sino que tienen su momento. Pero éste no pueden ser las 24 horas del día.
- No es cuestión solo de tiempo, también es de prioridades. No es lo mismo lo que quiere decirme mi hijo, que un antiguo amigo que no veo –ni tengo ganas de verlo- desde hace años.
- Date cuenta que si estás todo el día pensando y mirando lo que hacen los demás, te estás perdiendo lo mejor: tu propia vida.
- Pasa a la acción, sé tú quien grabe y comparta lo bueno de tu vida. Eso sí, con los que quieres compartirlo, no con todo el mundo. Te verán, pero al menos te aseguras que no vas a estar pendiente de los demás, porque estarás pendiente de disfrutar tú.
En otras palabras, algo parecido, pero diferente: ¿De verdad crees que los que están siempre actualizando su estado y colgando fotos en las redes se lo pasan mejor que tú? No les des ese gusto…
- Haz cosas que favorezcan la desconexión: queda con amigos, relaciónate con personas, haz deporte, lee, visita personas mayores que no tienen móviles y aprende de ellos, y de su sencillez de vida, sin duda más feliz y menos loca que la nuestra.
- Limita tus redes sociales. No es necesario usarlas todas, y menos todas a la vez. Usa las que verdaderamente vale la pena.
- No sigas a todo el mundo. Sabemos que muchísimos de nuestros “amigos” son compromisos que nos interesan poco o nada, pero no hay forma de quitárselos de encima…, por eso haz listas y sigue solo a los que queremos. Prioriza.
- Muy importante: controla tu tiempo. En muchas empresas empieza a ser un criterio de trabajo que los correos electrónicos se revisen en dos momentos del día: a primera hora de la mañana y antes de almorzar. Evita pérdidas de tiempo, y como decíamos más arriba, si hay algo urgente, ya llamarán.
Hay otro tipo de consejos que son más operativos, pero son verdaderamente útiles:
- Usa el modo avión para que estés en tierra… Nadie te dice que tengas el móvil apagado. Nadie te lo quita, pero si tú eres el dueño de tu tiempo, que no te lo roben los demás: la comida, el descanso, el sueño, el tiempo de convivir con la familia… ¿Por qué no poner el modo avión?
- Desactiva el doble check azul de WhatsApp. Es la esclavitud que se suma: “¿Me habrá leído?”, “¿qué hace que no me lee?”, “¡pero si está on line!”. Es un auténtico generador de ansiedad.
Incluso para las llamadas usa el “No molestar” de los iPhone, o el “Interrupciones” de Android, u otras aplicaciones similares. Con ellos puedes controlar las llamadas entrantes. Son las que tú escojas: el cónyuge, los hijos, los padres, el colegio en horas de clase, etc. Los demás pueden esperar.
Recuerda siempre que las principales relaciones son las tuyas con tu familia. Y todas las demás pueden robarte tu tiempo: rico, maravilloso y único. Y si además eres una persona de fe…, recuerda que tu tiempo es tiempo de Cristo.