Regnum Christi México

Oren por quienes los maltratan

Regnum Christi

La vida matrimonial está llena de altibajos. La confrontación no conduce a la reconciliación. Pero la oración conduce al arrepentimiento de uno mismo y del otro.

Por Maleni Grider

“Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan.”
Lucas 6:28

La vida matrimonial está llena de altibajos. Pero mucho depende de nosotros el que todo marche mejor de lo que podemos esperar. Si ambos cónyuges trabajan en la relación, el convenio matrimonial prevalecerá y se embellecerá con los años. Pero aun en el caso de que una de las dos personas falle en este esfuerzo y haga muchas ofensas, la otra parte tiene la oportunidad de usar las armas que Dios nos ha dado como hijos suyos, la más importante de todas: la oración.

En el nivel terrenal, humano, del matrimonio, podemos intentar arreglar los desacuerdos y perdonar las ofensas en incontables ocasiones, y bien hacemos, pues Dios no nos ha llamado a esclavitud y contienda, sino que a paz nos llamó el Señor. Sin embargo, cuando se hace imposible o demasiado difícil resolver los conflictos y los esposos no logran un acuerdo, la oración individual y mutua es el único camino.

Lo que no puede arreglarse de manera horizontal debe arreglarse de manera vertical, es decir, todo lo que no podamos resolver uno a uno en la relación matrimonial habremos de resolverlo única y exclusivamente con Dios. No podemos cambiar a la otra persona, sólo podemos influirla, y esta influencia, por cierto, puede ser positiva o negativa.

Cuando una de las partes se empeña en pecar o crear conflicto, cuando no deja de ofendernos, podemos seguir confrontándola y entrar en peleas interminables y recurrentes hasta desgastar la relación, o bien, podemos doblar nuestras rodillas en silencio y soledad, llevar nuestro dolor a Cristo, exponerle nuestro caso y rogar perdón por nuestros pecados y por los pecados del otro. ¿No fue eso lo que Jesús nos sugirió cuando echó por tierra la ley del Talión (“ojo por ojo y diente por diente”)?

Si habremos de orar por otros, ¿cuánto más no tendremos que orar por nuestro cónyuge, a quien amamos y con quien tenemos un pacto de amor eterno frente a Dios? La confrontación no conduce a la reconciliación. Pero la oración conduce al arrepentimiento de uno mismo y del otro, si es que confiamos firmemente en las promesas redentoras de nuestro Señor.

Es necesario esperar por la ayuda de Dios cuando no podemos ya llevar la carga de un matrimonio que se desquebraja. Y es necesario esperar en oración, en una actitud de perdón y arrepentimiento constante. Asimismo, la oración debe incluir fe, pues sin fe es imposible que Dios nos atienda. Es decir, debemos creer firmemente que el Señor tiene el control de nuestro matrimonio y nos traerá a reconciliación. Oremos por el perdón de pecados de nuestro cónyuge, y limpiémonos de toda contaminación. “Sobre todo ámense de verdad unos a otros, pues el amor hace perdonar una multitud de pecados.” (1 Pedro 4:8).

 

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