¿Cómo viviríamos si supiéramos que mañana viene el Señor?
Por Maleni Grider
Vive hoy como hubieras querido vivir el día de tu muerte. Vive bien porque Cristo está cerca. Vive como si mañana fuera el día de su venida.
En su epístola a los Filipenses, capítulo 4, el apóstol Pablo ofreció a la iglesia los consejos espirituales para vivir los tiempos de sufrimiento. Pablo estuvo en prisión, probablemente en Éfeso, mientras escribió esta carta.
La iglesia en Filipos que él mismo levantó, estaba también pasando por un tiempo muy difícil de persecución. Algunos habían sido encarcelados, azotados, acusados, y la iglesia se encontraba triste, angustiada. El apóstol, desde sus propias prisiones y extremo sufrimiento, mostró su gran amor e inmensa madurez espiritual, con un mensaje impactante en el que sobrepasó expectativas.
- Gozarse en toda prueba.
- Ser amables con todos, porque la venida del Señor está cerca.
- También les recomendó orar sin cesar unos por otros.
Sus palabras no fueron de condenación. No les dijo que estaban sufriendo como una consecuencia de sus propios pecados, aun cuando él sabía que existían muchas situaciones humanas inaceptables en esa congregación. La palabra que les dio fue de aliento, pero también de sabiduría.
No les recomendó venganza ni resistencia a las circunstancias, sino un espíritu de amor y sumisión total, en adoración a Dios, en gozo del espíritu a pesar del sufrimiento, ese gozo que se manifiesta en alabanza, confianza y esperanza. Porque en el tiempo terrenal que transcurre de este lado de la eternidad, las aflicciones por causa del evangelio y la cruz de Cristo son una transición.
El apóstol les explica que nos ha sido dado el creer, pero también el sufrir por el nombre de Jesucristo, el Señor de gloria. Por supuesto, nuestro adversario el diablo sabe que estamos bajo el tiempo de gracia que Él ganó para nosotros y busca cualquier pecado, temor, circunstancia, crisis, adversidad, para oprimirnos y hacernos desfallecer en nuestra fe, para apartarnos del camino de la consagración y para desanimarnos hasta la incredulidad.
El diablo busca acusarnos de toda conducta impropia, y su estandarte es exigir “justicia”, es decir, castigo para nosotros. Pero Jesús ya pagó por nuestros pecados y nuestra redención, es nuestro Abogado, el que nos defiende y pelea nuestra causa. Vivimos bajo su gracia redentora, no bajo la ley que nos condena. Su sacrificio fue enorme y suficiente.
El apóstol instaba a la iglesia a gozarse en la persecución, a ser amables con todos los seres humanos, a ser benévolos, a ser humildes, considerando que la venida de Cristo se acerca. ¿Cómo viviríamos si supiéramos que mañana viene el Señor? ¿Cómo trataríamos a nuestros padres, a nuestro cónyuge, a nuestro prójimo?
Cuando pasemos por diversas pruebas, recordemos el gozo del Señor, que no consiste siempre de risas, sino que puede prevalecer en medio de las lágrimas, pues es una certeza de confianza, esperanza y paz, más allá de las dificultades.