Por Fernando de Navascués
No existe en internet una sola entrada en español, o no he sabido encontrarlas, dedicada a dar consejos a hombres o mujeres que dedican su vida a sacar adelante a su familia solos y sin la ayuda de nadie. Pienso en divorciados, viudos, cónyuges que por mil razones les toca en soledad levantar a sus familias, hijos que cuidan a sus padres mayores renunciando a los mejores años de sus vidas…
Me viene a la cabeza unas palabras del papa Francisco, un Papa con los pies muy en la tierra, en la que pedía hace un tiempo que los padres tuvieran tiempo para ellos: qué sí, que sus hijos son importantes y fundamentales, pero que la prioridad es su matrimonio. Y con su matrimonio sano, ellos estarán bien y sus hijos también. Pero qué si el matrimonio está mal… Y yo me pregunto: ¿y los que ni siquiera tienen un cónyuge sobre el qué derramar una triste lágrima al final del día?
Esto viene a colación porque tengo alguien cercano y divorciado que se pasa el día cuidando a sus hijos –y son unos cuantos, y adolescentes–, y además a su padre mayor y enfermo. No tiene precisamente un gran apoyo de su “ex”, por lo que la vida aún es más compleja para esta persona. En fin, visto desde fuera es una situación difícil, e intuyo que desde dentro debe ser aún más complicada.
Recupero un artículo que leí hace un tiempo en el que un matrimonio francés no ocultaba el agotamiento que sentían y su necesidad de respirar, de recuperar energías tras estar cuidando día tras día a su hijo trisómico, o el de una directora de cine francesa, Anne-Dauphine Julliand, que tenía una hija con una grave enfermedad en la que explicaba que “debo aguantar para sanar lo ordinario y lo extraordinario […], todos los días hay que superarse y encontrar la fuerza para seguir adelante. […] Mi vida es hermosa, pero complicada y exigente”.
Algo así ocurre a quien en su día a día se entrega, y se entrega, y se entrega, y se entrega. Luchadores incansables que jamás reciben ayuda alguna o el más mínimo aplauso. Un mínimo detalle que les ayude a sentirse gratificados. No nos engañemos, entregar la vida por alguien a lo largo de los años es duro, durísimo. Y a veces, lo más lamentablemente es que no encuentran una palabra de consuelo, o el regalo de un fin de semana de descanso.
Cuando un matrimonio tiene un hijo, o más de uno, con necesidades que exigen infinitamente más que lo normal, la situación puede ayudar a la pareja o bien puede destruirla. ¿Cómo conservar el vínculo conyugal cuando la llegada de un hijo discapacitado crea un estrés insoportable y sentimientos de rechazo incontrolables que deberían poder expresarse sin tabúes? En este artículo del que les hablo, Kate, madre de un niño trisómico, destaca la importancia de la comunicación: “Lo que ha salvado nuestra pareja es que tenemos buena sintonía y nos atrevemos a contarnos nuestras fragilidades”. Bien, bien: alguien hay con quien compartir la vida.
Conozco matrimonios y personas que viven al límite. Una amiga mía tiene un problema bautizado como el “síndrome del cuidador”. Entre las consecuencias: el aislarse de los amigos, familiares y otras personas queridas, la pérdida de interés por aquellas actividades con las que antes disfrutaba, sentirse triste, sin esperanza y desamparado, agotamiento emocional o físico, irritabilidad y un largo etcétera.
Pensar que el amor libera y que la entrega hace feliz, es solo la cara de una moneda. Dios nos ha creado humanos, muy humanos, y muy necesitados. Nos ha hecho de barro, el mismo san Pablo nos dice que somos vasijas de barro. Y a veces nuestras vasijas son frágiles.
Y estoy muy convencido que el Señor el día del juicio nos preguntará no por lo que hiciste por el huérfano, o la viuda, o el pobre que pide en la calle una moneda… Sino qué hicimos por el hijo que cuida a su madre viuda, o por el voluntario que desgasta su vida por los niños de la calle, o por el párroco que no tiene una gran parroquia llena de grupos juveniles, y de matrimonios, y de catequistas y de…, y en cambio sí una inalcanzable lista de ancianos a los que cuidar y llevar consuelo a sus propias casas.
Insisto, no he encontrado en internet una sola página que dé consejos para padres divorciados y que tienen a su cargo durante todo el año a sus hijos.
¡Cuánta gente sola tenemos a nuestro alrededor y nosotros sin darnos cuenta!