Regnum Christi México

12. ¿RC mixto?

Regnum Christi

El Regnum Christi sigue redescubriendo toda la diversidad de su misión y carisma.

Por P. José Valencia, L.C.

No cabe duda de que el RC sigue redescubriendo toda la diversidad de su misión y carisma. Una de esas facetas que ha sido enriquecida recientemente, es la de sus actividades mixtas. Cuando las secciones de ambos sexos se unen, resulta una fuerza evangelizadora que testimonia la comunión y la complementariedad. ¡Cuántos apostolados, encuentros e iniciativas sólo se pueden lograr uniendo lo mejor de cada sección! Sin embargo, tampoco podemos negar el gran tesoro que el RC ofrece con su formación diferenciada no sólo en los colegios, sino también en sus secciones. ¿Qué hay en el fondo?

Identidad

Abundan estudios y libros sobre el tema de la relación entre hombres y mujeres con los grandes retos como la necesidad de mutuo conocimiento, la aceptación de diferencias con sus carencias y bondades que abren la oportunidad de la complementariedad, comprensión y amor.

También existen numerosos señalamientos sobre la actual crisis de identidad por la que atraviesa cada sexo. El hombre dejó de ser “león salvaje” y la mujer dejó de ser “inmensamente bella”. La identidad del hombre o de la mujer está fragmentada y confundida, parece importar más la opinión de los demás, el “éxito” en lo que tengo (ropa, celular, etc…) o lo que hago (experiencias únicas, fiestas, gym, series). Vale más el hacer o el poseer que el SER, o peor aún, importa más lo que logremos aparentar… Se tiene miedo a ser lo que uno realmente es, se guardan apariencias o se rehúye el conflicto que genera aprendizaje.

Así surgen hombres y mujeres incapaces de establecer relaciones sólidas, con profundas heridas que les impiden tomar riesgos, y en especial, el riesgo del amor. “El amor es nuestro mayor anhelo, destruir el amor, produce el mayor dolor”. Nos encontramos ante hombres sin sentimientos, mujeres sin lógica. En ambos casos, personas que se refugian en la violencia plasmada en adicciones más o menos secretas como alcohol, drogas y pornografía, en aburrimiento o en desesperación. Estamos en una de las épocas con mayor crisis de identidad sexual. El hombre deja de ser padre, defensor, proveedor y verdadero amigo para tomar una vida sin compromisos y relaciones. La mujer deja de ser madre, belleza, creatividad, ingenio y perseverancia para tomar una vida de frustración confusa. El hombre va en busca de la mujer (o viceversa) buscando validarse, pero regresa defraudado, pues encuentro sin clara identidad sólo produce más vacío.

El Regnum Christi está llamado a ayudar a jóvenes y adultos en el fortalecimiento de su propia identidad en este mundo un tanto débil en sus esquemas y subyugado bajo la dictadura del relativismo. Estamos en un campo de batalla con muchos heridos, como señala el Papa Francisco, necesitamos sanar familias y formar identidades sólidas en cada rol.

Formación

“Como el acero forja el acero, así un hombre forja a otro hombre”. ¿Quién le enseña a una mujer cómo ser mujer y a un hombre cómo ser hombre? Juega un papel decisivo el progenitor del mismo sexo. La intimidad mamá-hija y papá-hijo serán decisivos para su desarrollo. Pero no sólo, el papel de los hermanos y amigos del mismo sexo también son fundamentales. Es por ello que necesitamos generar espacios que fomenten esa “forja continua” de apóstoles hombres y mujeres tanto en la juventud como en la edad adulta. Una esposa aprende tanto de una esposa, un amigo de un amigo. No hay edades fijas para seguir forjando y compartiendo la propia identidad.

La formación específica de un hombre tiene que darse en un ambiente adecuado. Me permito señalar algunas características propias de esta formación del hombre pues es mi campo prioritario, esperando que alguien más competente, aporte sus reflexiones desde el punto de vista femenino.

El hombre necesita un ambiente de puros hombres para mostrarse vulnerable. En ambientes mixtos se suele cerrar, busca más ser el fuerte y el “mejor”, esto se aplica de manera particular para el campo espiritual y humano en donde se requiere mayor exposición del interior. Entre hombres se puede predicar con un estilo más fuerte y agresivo sin herir susceptibilidades. Necesitan se les predique del Cristo líder, poderoso y peligroso más que el Cristo amante íntimo y tierno.

El hombre necesita un ambiente de competitividad, reconocimiento y jerarquías que le impulsan a dar lo mejor de sí mismo y a empoderarse de la situación. Por eso ama el concepto del reino de Dios con sus batallas y misiones. Las mujeres pueden ser más complejas cuando existen rangos y competencias.

El hombre necesita sentirse con cierto control, independencia y habilidad en su entorno. En ambientes mixtos el hombre puede fácilmente desentenderse de la responsabilidad pues cae en el síndrome del “ella se hará cargo”. Se siente desajustado cuando en presencia de mujeres se ven expuestas sus carencias verbales, sensitivas o relacionales. Prefiere visualizar las cosas, usar su fuerza y su capacidad a veces fríamente racional. Y le costará más trabajo orar, reflexionar, compartir (habilidades propias de actividades espirituales) en ambientes mixtos. Odia sentirse menos competente… Y aquí hay un enorme campo para trabajar en la humildad. El hombre prefiere las reglas a las relaciones. Eso le da estabilidad y paz. A él le ayuda saberse el esquema, la rutina y evitar grandes sorpresas. El hombre suele apostar más a la tradición que al cambio continuo.

Por ello necesitamos mantener, especialmente en los jóvenes, el núcleo de las actividades formativas separadas por sexos. Valorar la gran aportación de las mujeres y de los hombres con su sólida y rica identidad.

Juntos pero no revueltos

No tengamos miedo en reconocer las diferencias y en promover la formación de apóstoles con fuertes momentos diferenciados. Tampoco tengamos miedo de impulsar las actividades mixtas cuyo objetivo favorezca la complementariedad. Cuidemos de no dar el “pendulazo” que valore siempre más las actividades mixtas como si fuera una evolución obligada del RC. No siempre son mejores las actividades mixtas, evitemos perder el tesoro de ofrecer ambientes especializados en la formación de apóstoles en este campo. La mayor parte de su tiempo lo viven en ambientes mixtos, ¿no estamos llamados también a ofrecer ese espacio formativo diferenciado? No nos vaya a pasar que los hombres dejen de embonar en las secciones masculinas por la excesiva feminización de las mismas (lo cual es más probable pues en las actividades mixtas suele haber mayoría femenina) o viceversa. Brindemos al mundo hombres y mujeres capaces de aportar lo mejor de sí mismos y valorar lo mejor del sexo opuesto. Comunión sí, pero sin confusión. Potenciemos roles e identidades. Tanto nos puede iluminar la meditación de Cristo-hombre y de María-mujer en el enriquecimiento del Regnum Christi y de nuestra personalidad tan necesitada de modelos sólidos de virilidad y feminidad.

 

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