Regnum Christi México

Señor de señores

Regnum Christi

Por Maleni Grider

Dios no comparte su trono con nadie. O gobierna Él o gobernamos nosotros. O Él es Señor, o nosotros nos aferramos al control de nuestra vida. Por supuesto, Dios no pierde el control nunca, pero nosotros se lo disputamos a menudo. Lo que Él quiere es una colaboración, no una imposición hacia nosotros. Nos dio libertad, inteligencia y voluntad para tomar buenas decisiones, pero esto no implica que seamos autosuficientes, ni totalmente autónomos o infalibles.

Por mucho talento que podamos tener, Él sigue siendo el único Dios. Perfecto y verdadero. Sublime y eterno. Somos las criaturas y Él es el Creador. Somos los aprendices y Él es el Maestro. Fuimos formados del barro por su mano magnífica, ¿acaso sabemos más que Él? Cuando altercamos con Dios, de palabra o de hecho, estamos sugiriendo que nosotros podemos conducir la aeronave mejor que el piloto.

El problema está en que no queremos depender de Él. Pero eso es precisamente lo que Dios espera de nosotros. No se trata de que seamos seres incapaces de tomar una decisión. Sino de que en todo lo reconozcamos como Señor. Nadie puede gozar de los beneficios de la obra de Jesús, a no ser que se someta a su autoridad como Rey y dueño de todo.

Cristo no sólo es nuestro Señor, sino que es Señor de señores. Toda máxima autoridad sobre la tierra se somete a Él, pues lo quieran o no, lo reconozcan o no, Él reina con poder y es Dios. “Él, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino que se redujo a nada, tomando la condición de servidor, y se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en la condición humana, se semetió a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte en una cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le dio el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos, y toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:6-11).

Cristo es nuestro amigo, pero también nuestro Salvador. El hecho de que Él nos llame amigos y podamos sentarnos con Él a la mesa, no quiere decir que seamos iguales o que nos ceda su trono. Quiere decir que nos da parte con Él en su Reino. Pero como en todo reino, hay solamente un Rey. No pueden dos gobernar al mismo tiempo.

El orgullo humano es el pecado de querer competir con Dios. Cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos, dejó claras las posiciones y los mandatos.

“Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo. En verdad les digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía. Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en práctica.”
Juan 13:13-17

En algún lugar leí que nuestras vidas son la única Biblia que algunos leerán, lo cual habla de la humildad y el ejemplo con el que debemos actuar para seguir a Dios y que otros puedan ver su obra.

Intentemos dar honor al Señor cumpliendo su voluntad y respetando su señorío. Su trono es inamovible e intransferible. Después de todo, es nuestra propia felicidad lo que obtendremos si practicamos esta humildad.

 

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