¡Nos ayudan a crecer y a cruzar el río, para encontrar nuevas tierras, nuevas realidades, nuevas promesas! 

Por Maleni Grider

Toda transición es difícil. La transición de vender una casa y comprar otra; la transición entre someterse a una cirugía y la rehabilitación; el cambiar a los hijos de escuela; el sacrificarnos trabajando horas extra para obtener algo; el pagar una deuda; el cambiar nuestros hábitos para bajar de peso o recuperar nuestra salud; todos estos son cambios que requieren de un esfuerzo o sacrificio.

Aunque las transiciones duelen, conllevan en sí una meta, un sueño, un deseo por conseguir algo. A veces, las transiciones son cortas, otras son muy largas. Y esto aumenta la prueba de resistencia. Sin embargo, en todo periodo de transición hay un aprendizaje que muchas veces no puede conseguirse de otro modo.

Cuando Dios tomó forma humana, y Jesús estuvo en la tierra, fue sólo por treinta y tres años. Y Él representa la transición hacia la gracia que fue abierta para todos nosotros, a través del proceso de su ministerio, su sacrificio, su resurrección y su glorificación. Todo eso fue difícil, y también fue muy difícil y doloroso para los discípulos decirle adiós. Ellos estaban pasando por la transición de ser discípulos, a convertirse en apóstoles de la fe, los establecedores de la verdad y los misterios que recibieron del Mesías.

Nuestra vida es, también, una transición hacia la vida eterna, quizá por eso es complicado vivir. Pero si enfocamos nuestra atención en la gloria venidera, toda prueba quedará reducida y veremos más los beneficios del futuro que los embates del presente.

Las transiciones implican prueba, y caminamos a través de ellas en una tierra desconocida, por eso el proceso es amenazante, doloroso. Conocemos lo que está detrás y aspiramos a lo que está adelante, pero el camino de en medio está lleno de experiencias nuevas, algunas placenteras, otras desafiantes, pero siempre nos conducen a la consecución de lo esperado.

Todo lleva su tiempo. Y es el tiempo lo que está a nuestro favor en toda transición. Para pasar por un proceso de sanidad, para ver crecer a nuestros bebés, para superar un problema, para ir de una etapa a otra, para ir hacia la santificación, para recorrer los senderos de toda transición, se requiere de fe. Persistencia en la fe y resistencia a darse por vencido es lo que nos lleva a ver la luz al final del túnel.

Transiciones, cambios, retos, todos son un proceso de purificación si se les da el enfoque correcto. Toda transición puede resultar en bendición. Pero sí, se requiere de fuerza, paciencia, empeño, persistencia, fe, resistencia al sufrimiento, sacrificio, entrega, templanza, convicción.

¡Benditas transiciones, que nos ayudan a crecer y a cruzar el río, para encontrar nuevas tierras, nuevas realidades, nuevas promesas!