Hoy y siempre, honremos y festejemos el amor más parecido al amor de Cristo, un amor fiel, sacrificado y eterno.
Por Maleni Grider
Una madre te lleva en su vientre durante nueve meses, te arrulla y te protege por hasta que puedes caminar, luego te persigue por la casa para que no te pegues ni abras las ventanas ni bebas de las botellas ni metas los dedos en las conexiones de la pared. Una madre te enseña a sonreír cuando te sonríe desde el primer día, y te enseña el lenguaje callado del amor cuando te arropa por las noches.
Una madre te canta canciones de cuna y también te inventa canciones. Te soba la panza cuando tienes cólicos, se queda sin dormir decenas de noches mientras tienes fiebre o estás enfermo, te cocina la sopa día tras día, te lleva a la escuela por más de diez años, te pregunta cómo te fue durante los mismos años, te aconseja sobre tus amigos, te cose la ropa cien veces, te lava la ropa miles de veces, te enseña a ser agradecido y a plantar flores. Una madre trabaja horas y horas para sostenerte, y nunca se da por vencida contigo.
Una madre te enseña que lo más importante es confiar en Dios, y si las cosas se ponen feas te dice “Dios nos cuida, Él nos ayudará”. Se pone de rodillas contigo en la noche y corre en el parque de día. Una madre se preocupa por tus calificaciones y te castiga si no limpias tu cuarto. Te advierte cuando haces algo mal y, si lloras, llora contigo. Cuando le hablas de tus sueños, ella te los edita y te enseña los valores que deben acompañarlos. Una madre es esa mujer hermosa a la que le salen ojeras con el tiempo.
Una madre te besa y te bendice sin cansarse. Si la haces enojar o cometes mil errores, ella te seguirá amando, y después de muchos años te hablará en el mismo tono, como si nada hubiera pasado. Una madre siempre te da una llave de su casa y, si sólo hay un pedazo de pan en la mesa, te dirá que no tiene hambre, o que está a dieta. Una madre te enseñará a llenarte el alma antes que los bolsillos. Si está enferma, te preguntará “¿Cómo te sientes hoy?”, y te planchará la camisa la noche de tu graduación aunque esté mareada.
Una madre sabe muchos de los secretos que no le has dicho y peleará por ti contra quien sea. Una madre guardará tus fotos, tus libros y tus “picassos” en una caja que encontrarás en su clóset cuando tengas más de cuarenta. Puedes llamarla con mil nombres: mami, reina, hermosa, amiga, pero ninguno de ellos expresará la gratitud que sientes en tu corazón. Ella te ayudará a construirte un solo nombre, una buena reputación, un buen futuro. Y si tienes un problema en tu vida adulta, te volverá a ayudar como lo hizo cuando eras pequeño.
Una madre se alegrará con tus victorias y se dolerá con tus tristezas. Una madre te lo dará todo sin pedirte nada a cambio, y si tú estás bien, entonces ella dormirá tranquila. La lista de bendiciones que tu mamá hace por ti podría seguir por días, meses y años, y nunca acabaríamos de describirlas, porque su trabajo nunca termina.
Una madre tiene virtudes naturales que ella regala voluntariamente, te enseña a vivir, y a vivir para servir a los demás. Por eso, hoy y siempre, honremos y festejemos el amor más parecido al amor de Cristo, que es el amor que las madres tienen por sus hijos, un amor fiel, sacrificado y eterno.