Por Fernando de Navascués
Me pregunto algunas veces qué es lo que debo cambiar. Lo típico: a comienzos de año, cuando estoy en ejercicios espirituales y el Señor me agita por dentro, o cuando cumplo años, acuden a mí, casi sin pedir permiso, muchos deseos de renovarme en algún aspecto.
Algo sucede entonces, porque enseguida nos visualizamos súper atléticos, hablando perfectamente un idioma, apuntados a una nueva maestría, nos volvemos místicos de golpe, o descubrimos nuevos talentos que hasta ahora no conocíamos y que seguramente no servirán para gran cosa.
La realidad es que todo aquello que no se encarne en nuestro corazón no lo vamos a hacer. Quizá comencemos, pero si nuestro corazón no está enamorado y apasionado, no cumpliremos ninguno de nuestros propósitos de Año Nuevo, por ejemplo.
Hay una oración que está atribuida a san Francisco de Asís, aunque en realidad, curiosamente, es de un sacerdote francés de principios del siglo XX llamado Esther Auguste Bouquerel, que nos puede ayudar mucho justamente en estas fechas: es la conocida “Oración por la paz”, o simplemente la “Oración de san Francisco”.
Creo que esta plegaria tiene la virtud de encender nuestro corazón. Aunque seamos poco sensibles a lo espiritual, lo cierto es que tanto humana como divinamente es una oración que nos llena de Dios y nos llena de humanidad. Y puede, perfectamente, convertirse en todo un plan de vida.
Es una oración rezada por católicos y protestantes. Fue rezada por san Juan Pablo II en el primer encuentro interconfesional de oración por la paz de 1986, e incluso parece que se leyó en la ceremonia de fundación de la ONU, en 1945. La han rezado también desde la Madre Teresa de Calcuta a dom Helder Camara, desde Bill Clinton a Desmond Tutu, o la princesa Diana de Gales.
Léela, saboréala y haz la tuya. A poco que la recuerdes a diario, habrás conseguido todo un propósito para el Año Nuevo.
Oh, Señor, hazme un instrumento de tu Paz.
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.Porque es:
Dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
vida eterna.