Por: P. José R. Valencia, L.C.
¿Para qué casarse si podemos vivir juntos? Se habla de hasta un 70% de parejas de hecho en USA entre las “uniones” de jóvenes que “se quieren” (Rhoades, Stanley, & Markman, 2009). Y si analizamos los crecientes índices de divorcio, los matrimonios parecen estar pasando de moda… Pero ¿qué es lo mejor para dos personas que se quieren de verdad? Definitivamente lo mejor es una alianza de amor para siempre y eso se sigue llamando matrimonio.
De hecho, quienes viven juntos o cohabitan tienen muchas desventajas. A pesar de que a simple de vista parecería más conveniente, más práctico y hasta más económico, hay una serie de constantes y de efectos negativos en quienes optan por el camino fácil. En el así llamado “efecto de cohabitación” se han encontrado niveles de satisfacción marital más bajos comparado con los matrimonios bien establecidos. Quienes viven juntos parecen sentirse más inseguros, se comprometen menos con la familia, se comunican menos con su pareja, disfrutan menos de la intimidad sexual y hasta reportan ser “menos amigos” entre ellos (Rhoades et al., 2009). Quienes viven juntos y creen que algún día se casarán, reportan que en realidad el vivir juntos ha provocado una inercia para no casarse y más bien para separarse o divorciarse si logran casarse en algún momento. Vivir juntos es sinónimo de vivir inestables. Y esto ha provocado que vivan menos felices. Pero la historia no termina ahí, si llegan a tener hijos el efecto les llega a ellos también. Los hijos de parejas de hecho reportan más probabilidad de depresión, problemas en la escuela e interpersonales. ¿te conviene? Algunos dicen que van a vivir juntos para “probar” primero si las cosas van bien, pero en realidad no hacen más que desgastar y devaluarse a sí mismos pues el corazón humano no conoce amor a medias, con condiciones o con fecha de caducidad. Está probado que vivir juntos eleva la probabilidad de que las cosas no vayan bien. Lanzarse a la aventura del matrimonio después de un noviazgo bien vivido, compromete y protege el amor definitivo. ¿cómo no amar a quién me lo ha entregado todo?
El mismo estudio (Rhoades et al., 2009) demuestra que quienes disfrutan de los bienes del matrimonio estable viven más años, más felices, más sanos y reportan tener menos conflictos entre ellos. El matrimonio no es más que hacer bien las cosas desde el principio. Se trata de proclamar ante la sociedad y ante Dios esa alianza de amor de los esposos. El matrimonio católico además bendice esta alianza y le brinda el apoyo de un sacramento. Un sacramento es una promesa por parte de Dios de hacer un milagro a través de signos sensibles. ¿cuál es el milagro del sacramento del matrimonio? Que Dios les dará la fuerza para perdonarse todas las veces que necesiten siempre y cuando se dejen ayudar por medio de la confesión y comunión eucarística frecuentes. Dios bendice y eleva el amor de los esposos para que se vuelva fuerte y duradero ante los desgastes del tiempo y los malentendidos.
¿Si nos vamos a vivir juntos sin casarnos vamos a fracasar? Es más probable, por ello mejor no arriesgarse, esperar y buscar que estén todas las condiciones para iniciar una familia con un buen matrimonio. El matrimonio implica totalidad, implica compromiso, implica también saber confiar en el otro, pero sobre todo en Dios que no los dejará defraudados. Es verdad, que hay muchos fracasos matrimoniales en nuestro tiempo, pero no es porque haya matrimonios. Sería lo equivalente a decir que muchos reprueban los exámenes porque existen los exámenes… El matrimonio viene a cosechar lo que cada joven trabajó en sus años previos. El desarrollo de su personalidad, la búsqueda de la plenitud, la libertad para la excelencia, la vida de fe, la capacidad de sacrificio, una psicología sana, etc.
Si eres joven no te dejes engañar, desde ahora decídete a prepararte bien para tu matrimonio y cuando llegue el momento no aceptes atajos. Si estás casado, haz que brille la luz de tus luchas y alegrías matrimoniales. Tu testimonio de fidelidad y entrega es fundamental para los más jóvenes. En ambos casos, el hombre no puede vivir sin amor. Y la fuente del amor es Cristo, una fuente que no se agota y que está en el pozo de la oración y de los sacramentos. No dejes de ir al pozo a sacar amor, pues dónde no hay amor (o es defectuoso como en toda relación humana), pon amor y encontrarás amor (John of the Cross, Kavanaugh, & Rodriguez, 1991).
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Referencias
John of the Cross, S., Kavanaugh, K., & Rodriguez, O. (1991). The collected works of Saint John of the Cross. ICS Publications.
Rhoades, G. K., Stanley, S. M., & Markman, H. J. (2009). The Pre-Engagement Cohabitation Effect: A Replication and Extension of Previous Findings. Journal of Family Psychology, 23(1), 107–111. https://doi.org/10.1037/a0014358
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