Este año, Juventud y Familia Misionera cumple 25 años de realizar misiones de evangelización.
La obra que inició en 1993 con visitas a comunidades de Michoacán, llega ahora a más de 30 países. Abarca zonas rurales, urbanas, hospitales, reclusorios y apoyo con atención médica y construcción de viviendas. Se calcula que se han visitado más de 7,800,000 hogares con 191,900 jóvenes y más de 16,000 familias, de todos los sectores sociales y culturales.
Más allá de cifras, se ha logrado promover una cultura de solidaridad y un cambio personal, tanto en los misioneros como en las personas visitadas: “Esta Semana Santa, sin duda ha sido la mejor de mi vida. Ver a Cristo en cada persona, me motiva al cien para regresar a mi vida diaria y tener esta mirada de misericordia”, comenta Maritza Arriaga, una joven misionera que como tantos, comparten abiertamente su experiencia en redes sociales.
La Megamisión 2018, empezó el 24 de marzo con una misa de inicio en la Basílica de Guadalupe; realizándose simultáneamente en otras ciudades como en Querétaro, en donde Mons. Faustino Armendáriz celebró una misa de envío y un congreso misionero, motivando a todos los católicos a misionar y salir al encuentro de los más necesitados.
A partir de ese día, se apoya a los obispos y párrocos para impartir diversos sacramentos, organizar pláticas y dar el apoyo necesario a personas enfermas o con necesidades especiales. La experiencia para jóvenes y niños es fuerte, y ha marcado positivamente sus vidas, pues llegan a lugares sin electricidad, sin agua y en donde se vive el abandono y la pobreza. Al misionar en estas comunidades, descubren el valor y la grandeza espiritual de otras personas, creándose un vínculo de amistad y mutuo enriquecimiento: “Estas misiones me hacen recordar que Cristo vive, que el amor vive en medio de un mundo, que en ocasiones nos propone que no es así. Cada año la Megamisión nos enseña un nuevo camino, un aprender de los demás y nos alienta a comenzar en Pascua una nueva vida, como lo propone Jesucristo.”, expresó Manuel Borbolla, que apoya cada año en la organización y seguridad de las misiones.
La misa de clausura de la Megamisión 2018 fue celebrada en la explanada de la Universidad Anáhuac México, dando cabida a más de 11 mil misioneros, 120 sacerdotes legionarios, consagradas, laicos consagrados y miembros del Regnum Christi. Fue presidida por el P. Eduardo Vigneaux, L.C., y la homilía fue pronunciada por el P. Pablo Solís, L.C., quien inició exclamando con fuerte voz: “¡Cristo ha resucitado!” causando una inmediata reacción de entusiasmo en los miles de asistentes. Reconoció que veía en los misioneros rostros sucios y cansados, pero felices de haber hecho algo por los demás y de llevar la palabra de Dios a tantos lugares. Mencionó que un misionero le dijo que estaba muy feliz de ir de misiones porque se recargaba de ánimo para todo el año. Y ese es el reto precisamente, mantener la alegría del Dios vivo y resucitado todo el año.
Recordó que: “Gracias a la generosidad y determinación de un grupo de personas que hace 25 años decidieron dar sus mejores dones al servicio de la Iglesia, estamos hoy aquí reunidos y en más de 30 países, predicando el Evangelio. Esta es la fe que debemos tener” aseguró el P. Pablo. Concluyó su mensaje, diciendo que como Movimiento Regnum Christi, “estamos llamados a contagiar a los demás del amor por Cristo, por los demás y por la evangelización”.
En esta misa de Pascua, se bautizaron dos personas adultas, cerca de 100 jóvenes decidieron dar un año de su vida como colaboradores al servicio de la Iglesia y otros cinco, decidieron hacer una experiencia vocacional.
La misa fue transmitida en vivo por el canal católico Maria Visión y por el de Facebook de Juventud y Familia Misionera.
La misa de clausura también se realizó en otras ciudades; en Guadalajara, ante tres mil misioneros, la celebración eucarística fue presidida por el P. Óscar Pérez Anaya, L.C., así como por los padres Antonio León, L.C. y Luis Rodrigo Núñez, L.C, quien llevó un contundente mensaje durante su homilía: “Me gustaría ser místico y entender el corazón de Cristo y poderles decir qué siente Él cuando ve que su sacrificio en la cruz no se perdió y sigue llegando a través de nosotros a más y más almas; compartirles qué siente de ver que las puertas de los corazones se abrieron, que la piedra que tapaba el sepulcro de su corazón está quitada y que dónde había muerte ahora hay vida”.
El P. Núñez reiteró que todos deben estar agradecidos con Dios y que puedan contemplar, creer y entender que ahí no se termina la misión, ni se puede frenar; sino lo contrario, llevar esa misión a cada una de sus propias realidades que viven; quitar la superficialidad de las acciones tratando de quedar bien con el otro, y sobre todo estar atento a las tentaciones que siempre acechan para erradicar el pecado.
“Ojalá que la sangre de Cristo llegue a todas las partes del cuerpo de Cristo, esa sangre que quiere lavar las manchas del pecado; sangre que es bálsamo para curar las heridas y que sana lo que tiene que sanar”. Concluyó: “Que no se apague ese fuego, sino que arda fuerte que encienda todas las realidades y que Cristo viva en nuestra vida, en nuestra sociedad, en nuestros corazones”.
En la Prelatura Cancún-Chetumal, Mons. Pedro Pablo Elizondo recibió a los misioneros en la Universidad Anáhuac de Cancún, quien aseguró ver en los asistentes el cansancio y la felicidad que tienen sólo aquellos que dan su vida por los demás y reconocen a un Cristo vivo.
Se pueden consultar fotografías y testimonios en redes sociales y en la página oficial: www.demisiones.com
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