La noche del 19 de noviembre en el Irish International School de Monterrey, se llevó a cabo el evento “Made for more: visions of the promised land”, organizado por Familia Unida Internacional.

La teología del cuerpo es el título que San Juan Pablo II dio a las 129 catequesis sobre el amor, la sexualidad humana y el matrimonio que impartió entre septiembre de 1979 y noviembre de1984 y que responde a las profundas preguntas que todo ser humano se hace: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Cómo puedo ser feliz? ¿Por qué experimento estos profundos deseos en mi cuerpo y en mi alma y qué debo hacer con ellos?

“Sabemos que la familia es el lugar donde todos conocemos el amor, aprendemos a amar y ser amados, por eso cada esfuerzo que hagamos por las familias por más complejo que parezca, vale la pena”.
Diana Villarreal, directora de Familia Unida Internacional.

Christopher inició su charla invitando a los presentes a mirar en las profundidades de sus corazones para encontrar un deseo mayor del que el mundo puede ofrecer. Sin embargo, puntualizó que no siempre es fácil estar en contacto con nuestros deseos, por lo que compartió que una gran herramienta para lograrlo, es el don de la música.

Asimismo, mencionó que el objetivo de la noche sería entender mejor el evangelio y hacerlo a través de la teofanía del cuerpo.

“Dios se manifiesta en la belleza del cuerpo y quiere que lo veamos y lo toquemos, inclusive lo podamos saborear, tal como se lee en el Salmo 34”.
Christopher West.

Continuó lanzando una pregunta al auditorio: ¿Cómo es posible que podamos ver y saborear la bondad y la belleza de Dios y hacerlo a través de la teología del cuerpo? Y la respuesta la tiene San Juan Pablo II: en la Navidad, a través del hecho de que la palabra de Dios se hizo carne.

“Si el misterio de la Navidad es real, ¿qué le dice tu cuerpo al mundo? La respuesta es una verdad bíblica básica, que Dios llegó a nosotros a través del cuerpo de una mujer, que así inició la cristiandad”.
Christopher West.

En el misterio de la encarnación, el cuerpo de la mujer se volvió el cielo en la tierra y quedó de manifiesto la promesa del final de los tiempos en la resurrección del cuerpo, por lo que hemos de abrir nuestros cuerpos a la gloria de Dios y no sucumbir ante la crisis de la estética de los tiempos actuales, logrando entender el misterio del alma a través del cuerpo.

Sin embargo, Christopher puntualizó que a lo largo de los tiempos, la humanidad ha oscilado entre un “evangelio de la hambruna” y un “evangelio de la comida rápida”, ambos polarizantes y peligrosos si son llevados al extremo, la cristiandad sin embargo, enseña que la espiritualidad y la sexualidad van juntas, de acuerdo a las enseñanzas de San Juan Pablo II: la cristiandad no es el “evangelio de la hambruna” sino la invitación al banquete nupcial, donde la sexualidad y el erotismo se muestran como algo verdadero, bueno y hermoso.

“Cada matrimonio está llamado a ser la verdadera imagen del amor de Cristo por la Iglesia y si lo tomamos como nuestra misión, abriendo nuestra debilidad a la gracia y misericordia de Dios, descubriremos el amor para el cual fuimos creados”.
Christopher West.

Sin embargo, el enemigo no permite que vivamos en plenitud y el pecado original evita que apuntemos a las estrellas y olvidemos que estamos llamados a participar en el banquete nupcial, lo cual nos causa mucho dolor. Y contener esa hambre de más, esos anhelos no es cristiandad; es puritanismo, maniqueísmo, rigorismo, y todos ellos son contrarios a las enseñanzas de la Iglesia Católica.

“En los tiempos actuales es difícil para los jóvenes entender las enseñanzas de la Iglesia, pues pueden parecer solo una lista de reglas a seguir, pero yo los invito a que busquen dentro de su corazón lo que todo ser humano busca: ser visto, reconocido y amado, y no se conformen con menos”.
Christopher West.

Recordó que San Juan Pablo II dejó claro que hay otras maneras de vivir en plenitud además de los extremos de complacer o reprimir y es el llamado de la Iglesia al banquete nupcial: “vengan a mí todos los que tienen hambre y sed”.

De las primeras palabras de Jesús que leemos en el evangelio de Juan nos recuerdan la búsqueda constante de los anhelos más profundos de la humanidad: “¿qué buscáis?”

‘Busca y encontrarás’, es la constante búsqueda de algo más, porque estamos hechos para más. Todas y cada una de las enseñanzas de la Iglesia Católica tienen un objetivo y es que entendamos que somos indispensables, irremplazables e irrepetibles. Que nadie debe usarnos y desecharnos, pues el mandamiento de Dios es uno: “ámense los unos a los otros como yo los he amado”.

Christopher hizo presente en su conferencia cómo de principio a fin la Biblia cuenta una historia de unión matrimonial que inicia con el Génesis mostrando una boda en el paraíso terrenal y termina con la unión de Cristo con la Iglesia en el paraíso celestial, y esta es la llave que abre todo lo que sucede entre estos dos acontecimientos, y es en la eucaristía donde como Iglesia, nos volvemos un solo cuerpo con Cristo.

“Nuestros cuerpos cuentan la historia de que Dios nos ama, nos pide en matrimonio y quiere concebir vida eterna. Esto no es metafórico: existió una mujer que llegó a este planeta para darle el sí a la propuesta matrimonial de Dios, con tanta fidelidad y totalidad que literalmente concibió vida eterna en su vientre”.
Christopher West.

Dios nos ama por completo, con todas nuestras carencias, errores y miserias, y nos llama a salir a su encuentro como quien busca la luz del sol, con todo nuestro cuerpo y toda nuestra mente.Él nos conoce y sabe todo acerca de cada uno, nos conoce exactamente como somos desde toda la eternidad, pues independientemente de las circunstancias de nuestra concepción o nacimiento, nuestra sola existencia significa que hemos sido queridos, elegidos y amados por Dios.

Para finalizar, compartió con los asistentes que la misión del Instituto de la Teología del Cuerpo es guiar a las personas hacia la gloria del cielo, recordándoles que el objetivo de cada misa es abrirnos las puertas del cielo para ser uno con Cristo y concebir vida eterna, los invitó a ser valientes para darle voz a la plegaria del corazón con el poder de la oración, ofreciendo los anhelos, los sufrimientos, las preguntas, las penas; el dolor del corazón.

Elevó una plegaria al Señor para que sea Él quien nos guíe a través de las penas y alegrías de esta vida y nos encamine a la comunión eterna, siendo mensajeros de esperanza tal como lo fue San Juan Pablo II.