
Bajo la guía de los sacerdotes y con la presencia especial de la Cruz Jubilar y una réplica de la Virgen de Zapopan, los peregrinos recorrieron juntos el camino, ofreciendo sus intenciones y corazones al Señor.
Un Camino de Oración y Reflexión
A las 6:30 de la mañana, los fieles se reunieron para dar inicio a esta significativa jornada con el rezo del Santo Rosario. En cada misterio, la voz de los peregrinos se elevaba en alabanza, intercesión y agradecimiento. Con cantos dedicados a la Virgen María en el primer, tercer y quinto misterio, se creó un ambiente de recogimiento y alegría.

La gracia de cruzar la Puerta Jubilar
Al llegar a la Basílica de Zapopan, los peregrinos tuvieron el privilegio de cruzar la Puerta Jubilar, un gesto cargado de simbolismo que refleja la apertura del corazón a la misericordia de Dios. Este acto, lleno de significado jubilar, invita a cada alma a renovar su compromiso con la fe y a abrazar con mayor fervor la vida cristiana.
Eucaristía y Hora Santa: encuentros con Cristo vivo
A las 7:00 a.m., se celebró la Santa Misa presidida por el P. Dagoberto Gómez y con la predicación del P. Edmundo Ponce. La presencia de los sacerdotes concelebrantes, P. Nivardo Quezada, L.C., P. Galo González, L.C., P. Richard Tardiff, L.C., P. Manuel Díez, L.C., y P. Andrés Villarreal, L.C., fue un testimonio de unidad y comunión en la Iglesia.
Posteriormente, a las 8:00 a.m., los jóvenes participaron en una Hora Eucarística en la iglesia de San Pedro Apóstol, ubicada frente a la basílica. Allí, en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pudieron entregarle sus alegrías, preocupaciones y anhelos, experimentando la paz que solo Él puede brindar.
La confesión: un regreso a la Misericordia
Durante la peregrinación, el P. Ignacio Bello, L.C., ofreció el sacramento de la reconciliación, brindando a los fieles la oportunidad de experimentar la misericordia de Dios. La confesión fue un momento de gracia, donde muchos encontraron alivio y renovación espiritual.

Un compromiso renovado
La peregrinación a la Basílica de Zapopan no fue solo un recorrido físico, sino un verdadero viaje del alma. Cada paso, cada oración y cada encuentro con Cristo fueron una invitación a continuar caminando en la fe.
Que esta experiencia siga resonando en los corazones de todos los participantes, recordándoles que, en cada camino de la vida, la Virgen María y su Hijo Jesús nos acompañan y guían con amor incondicional.