En pleno siglo XXI, viviendo en un mundo casi regido por la facilidad de comunicación a través de las redes sociales, donde leemos noticias casi en el minuto en el que acontecen desde cualquier rincón de la tierra, ha resurgido una historia de casi tres décadas atrás; la historia de una joven mexicana que ha enseñado a muchos a abrazar la santidad. Una joven como cualquier otra: alegre, inteligente, buena hija, buena hermana, amiga maravillosa; con un corazón que se llenó tanto del amor a Dios y a la Santísima Virgen, que solo podía estar en un lugar: en el cielo. Ese lugar que Montserrat Elizondo Barba pensó, pidió y anheló tan intensamente que no dejaba de compartirlo con todos a su alrededor, así que no quedó duda alguna que era a ese lugar al que pronto iría.
[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_row_inner content_placement=”middle”][vc_column_inner][vc_single_image image=”23202″ img_size=”large” alignment=”center”][vc_column_text]Montse junto a su mamá y sus hermanos: Humberto, Francisco y Estefanía.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner][vc_column_text]Montse, como le llamaban sus familiares y amigos, nació en 1977 en el seno de una familia amorosa y sumamente piadosa. Siendo la mayor de cuatro hermanos, creció junto con ella un sentido muy particular de protección y acompañamiento hacia ellos.
Siendo muy niña participó en los diversos grupos y apostolados del Regnum Christi: desde sus inicios en el ECYD, hasta decidir seguir a Cristo a tiempo completo entregando un año de su vida como colaboradora al graduarse de preparatoria.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner content_placement=”middle”][vc_column_inner][vc_single_image image=”23197″ img_size=”large” alignment=”center”][vc_column_text]Recibiendo orgullosa su certificado de bachillerato.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner][vc_column_text]Montse vivía una fe tan cristalina y alegre que contagiaba a todas las personas con las que se cruzaba, sus amigos sabían que sus momentos de oración, asistir a la Eucaristía, sus retiros dentro del Regnum Christi, su apostolado, eran sus actividades “no negociables”. Es decir, no había reunión, fiesta o actividad que la apartaran de ellas.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner content_placement=”middle”][vc_column_inner][vc_single_image image=”23199″ img_size=”large” alignment=”center”][vc_column_text]Junto a su equipo de softball de la prepa.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner][vc_column_text]También la fidelidad hacia sus amigos y familia ocupaba los primeros lugares en su lista de prioridades. Estaba siempre para todos, para escucharlos, aconsejarlos, acompañarlos y acogerlos en su casa siempre que tenían algún problema. ¡Nada la detenía si de ayudar se trataba! Prueba de ello son las cartas que les envió a cada uno desde Sonora, en donde vivió sus últimos meses en una entrega apostólica total.
Montse tenía una espiritualidad que pocos comprendían pues a su corta edad (escasos 18 años) tenía tal claridad en su misión de llevar almas a Dios, que parecía increíble la manera en la que vivía cada día pensando sólo en lograr ese objetivo.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner content_placement=”middle”][vc_column_inner][vc_single_image image=”23201″ img_size=”large” alignment=”center”][vc_column_text]“Yo no voy a llegar sola al cielo, yo quiero llevar muchas almas ¡un camión!”
Montserrat Elizondo.
Disfrutando de las actividades de Gente Nueva durante su año de colaboradora.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner][vc_column_text]Fue en agosto del año 1995 cuando dio inicio su año de colaboradora siendo asignada junto con Paloma Rives, también colaboradora, a la ciudad de Hermosillo, Sonora con la encomienda de trabajar en el ECYD. La alegría y el celo apostólico de Montse lograron acercar a muchas niñas a la sección, gracias a su espíritu incansable y gran testimonio que varias de sus responsables recuerdan con cariño hasta el día de hoy.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner content_placement=”middle”][vc_column_inner][vc_single_image image=”23198″ img_size=”large” alignment=”center”][vc_column_text]Con mucha ilusión se preparó para recibir el sacramento de la confirmación.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner][vc_column_text]A la par de su labor apostólica, Montse llevaba una vida espiritual y sacramental tan especial, que para todos los que la conocían, significaba un lugar de refugio y de paz.
Conocía tan bien cada advocación mariana que era capaz de compartirla con sus niñas de la manera más sencilla y amigable, hablándoles de la Virgen María como si fuera una amiga más. Y fue así, como el día en que se festejaba su advocación preferida, el día de la Inmaculada Concepción, que Montse fue llamada a la casa del Padre.
De camino a un retiro organizado por ella y su compañera de equipo, sufrieron un trágico accidente en el cual perdió la vida terrenal dejando un legado transcendental de fe, compromiso, espiritualidad, apostolado y santidad, que tiempo después fue documentado en un libro, recopilación hecha por su directora espiritual, la consagrada Lourdes Ibarra.
“Yo estoy segura de que los santos lo son desde que están vivos entre nosotros y Montse es una prueba real de esto”.
Paloma Rives.
El día de hoy, 8 de diciembre, se cumplen 28 años del triunfo de Dios en el alma de Montse, al llevarla al cielo para encontrarse junto a sus más grandes amores: Jesús y María.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner content_placement=”middle”][vc_column_inner][vc_single_image image=”23200″ img_size=”large” alignment=”center”][vc_column_text]Al día de hoy, su familia se sigue sintiendo cerca de su amada Montse.
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner][vc_column_text]En todos estos años no ha dejado de cuidar y acompañar a familiares y amigos, haciéndose presente en múltiples momentos de aquellas personas que la conocieron tanto en vida, como años después a través de su testimonio.
Si eres una de estas personas que han recibido alguna gracia por intercesión, agradeceremos nos compartas tu testimonio, que será incluido en la segunda edición del libro de esta increíble joven mexicana, ejemplo de lucha permanente por la santidad.
Escríbenos al correo: libarra@lcred.org
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