Nació en 1945 en el seno de una familia sencilla, y su infancia transcurrió en un ambiente juguetón. Su familia, aunque católica, no practicaba regularmente la religión. Su padre cayó enfermo cuando el P. Mateos tenía 8 años y, gracias al testimonio de las monjas que lo atendieron, pidió recibir los sacramentos. Su mamá era una mujer de fe, ciertamente, y poco a poco fue acercándose a Dios y los últimos 30 o 40 años era ya de misa casi diaria.
La vida del Padre Mateos dio un giro significativo a los 11 años, cuando tras una charla de un sacerdote legionario en su colegio, escuchó por vez primera la invitación al sacerdocio. Y él se dijo: “Y yo ¿por qué no?” A partir de ese momento – dice el padre – nunca ha dudado del llamado divino sino que ha sido un ahondar cada vez más y más en el amor y la misericordia que entraña la llamada al sacerdocio en el seno de la Legión.
El P. Francisco Mateos, L.C., fue ordenado, junto con otros 7 legionarios, el 24 de diciembre de 1973 en la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en Roma. Después de la ordenación fue superior de la comunidad de Monterrey durante 5 años, y atendía las secciones de adultos. En 1983 inició la fundación de la comunidad legionaria en Caracas, y la compra del terreno para el Colegio Cumbres. Tras la muerte del P. Faustino Pardo, primer rector de la Anáhuac del Sur, se hizo cargo de la rectoría de dicha universidad durante 3 años, y en el año 1990 inició la docencia en la facultad de teología del Ateneo Regina Apostolorum. Terminado el curso 2012, volvió a Monterrey para trabajar en la sección de señores. Allí estuvo 5 años, y en 2017 fue asignado a la comunidad de Medellín como superior, y en 2020 pasó a formar parte de la comunidad de Caracas. Actualmente ha vuelto a Monterrey y colabora en la sección de señores como auxiliar y director espiritual.
En cuanto a sus 50 años de sacerdocio en la Legión, el P. Mateos reflexionó: “Es una prueba del amor misericordioso de Dios a mi alma, pues no puede haber ningún mérito por parte mía o de nadie que pueda igualar el don de Dios”. Y concluyó recalcando la importancia de que la vida legionaria sea inseparablemente contemplativa y evangelizadora, así como la necesidad de que la alegría caracterice siempre nuestra entrega a Dios.
Encomendemos en nuestras oraciones al P. Mateos para que Dios Nuestro Señor lo siga acompañando y nos permita seguir escuchando sus valiosos consejos.