Desde muy niño participaba frecuentemente en actividades de la parroquia Santa María de Betania, y con sus amigos compartía su visión de futuro en relación a lo que “iba a ser de grande”, sin tener aún claridad acerca de su vocación en ese momento.

A los 12 años, mientras redactaba la síntesis del libro “la vida de Nuestro Señor Jesucristo” encargada por sus maestros del colegio, siente que Dios le llama y le dice: “Esto es lo que tú vas a ser, vas a ser sacerdote para ayudar a los demás”, y ahí inicia su inquietud vocacional.

“Dios se vale de las circunstancias y de nuestros gustos, pues nos conoce”.

Al compartir esta inquietud con sus papás, lo apoyan y comienzan a darle acompañamiento recomendándole tener una charla con el sacerdote a cargo de su parroquia el P. Antonio Rivero, L.C. quien le aconsejó: “Reza ésta oración todas las noches para que te de luz y te ayude a descubrir si ésta es tu vocación”.

En ese periodo asiste a la apostólica a una convivencia y recuerda cómo el ambiente de caridad y disciplina llamó su atención.

Después del primer reto que fue compartir la inquietud con sus padres, el siguiente fue adaptarse a la dinámica de asistir a un centro vocacional.

“Me impactó el respeto que los apostólicos tenían en la capilla, un respeto enorme a Jesús Eucaristía”

Después de la experiencia de convivencia, toma la decisión de asistir al cursillo al término de su primaria y da el paso para ingresar al centro vocacional de Córdoba, Argentina.

Al terminar su etapa como apostólico, ingresa al noviciado de San Pablo en Brasil, siendo ésta una experiencia de mucha unión con Cristo. Allí aprendió a ver cada actividad de manera humilde, de manera espiritual; encontrando el amor en los pequeños detalles. Humanamente se formó en el espíritu de responsabilidad.

Mas tarde, haría allí su profesión religiosa donde confirma completamente su decisión de seguir ese camino, fue su primer momento importante de confirmación vocacional.

“Cristo aquí estoy en la Legión, aquí estoy para lo que tú quieras de mi”.

El perfil de sacerdote que conocía, el de los Legionarios de Cristo fue el que le llamó: “Yo quiero ser alegre, quiero predicar como él”.

Un siguiente reto fue la caridad. Desde el mundo de los jóvenes eso significa ir purificando poco a poco el corazón, para asemejarse más a Cristo: misericordioso, que perdona, que ve lo bueno en los demás.

Mirar al sacerdocio legionario con ilusión le amplió los horizontes: entregar su vida a Dios y tener por delante su formación en otros países con otras culturas.

“Donde Dios me mande ahí voy a estar, esforzándome por hacer el bien de una buena manera”.

Las humanidades clásicas las cursa en Cheshire durante el siguiente año, siendo una purificación para él. Ahí vio como Dios acepta a cada uno como es, con sus dones y limitaciones.

“Al final Él es el que va haciendo la obra y tú sólo tienes que decir sí y abrirte a su gracia”.

Posteriormente se traslada a Roma donde hace su renovación de votos y después de 3 años de consagración religiosa lo envían a prácticas apostólicas a Aguascalientes donde lo sorprendió una comunidad muy religiosa y sedienta de Dios, del Evangelio; que quiere vivir una vida cristiana teniendo un sacerdote cerca, que buscan los sacramentos y una guía espiritual.

“La misión y lo que el pueblo de Dios quiere, son más grandes que mis problemas”.

Dos años más tarde, se traslada a Guadalajara como formador en el seminario menor y es durante unas megamisiones en Jalisco, que al celebrar la paraliturgia tuvo un diálogo con el Señor donde con toda humildad le comunica su sentir: “Señor, yo no soy digno”. Siendo ese momento una oportunidad más de confirmar su vocación, de renovar su sí hacia la profesión perpetua, la cual llegó tres años después en Roma.

“Yo sé que no eres digno, pero yo te elijo a ti para que hagas esto porque te quiero”.

Como prefecto en el centro vocacional de Guadalajara.

Después de un largo proceso de espera, el 19 de diciembre de 2022 justo un día después de ver campeón del mundo a su natal Argentina, recibe la noticia de su admisión al diaconado.

Los días previos a su ordenación fueron de mucha ilusión, y de repetirle a Dios: “Señor aquí estoy, con mis límites, con mis cualidades, con todo lo que he sido en esta vida. Aquí estoy disponible para trabajar y para servir al pueblo de Dios”.

 

“Como sacerdotes, no por mérito propio sino por el ministerio que recibimos, anhelamos hacer presente a Jesús, hacerlo más accesible para el pueblo de Dios”.

En la etapa previa a su ordenación diaconal, está muy agradecido con la localidad de Hermosillo, donde ha trabajado apostólicamente desde hace año y medio, por ser parte de su preparación en la recta final rumbo al sacerdocio.

En la homilía escuchamos de Monseñor Enrique Eguía el recordatorio de las palabras de Jesús: “No los dejaré solos, estaré siempre con ustedes” y “todos tenemos una fuerza interior que nos impulsa para amar a Jesús y alcanzar la santidad”.

Santiago ha sido llamado desde el seno de su familia y ha dicho sí al mandato de Dios: “vayan por todo el mundo anunciando el Evangelio, llevando el bautismo, compartiendo esta profunda esperanza de saber que Dios nos ama”.

La clave del diaconado es el servicio, servir a Cristo, servir al Evangelio y servir a los hermanos y hacerlo con amor misericordioso.

“Santiago ha de ser un apóstol del servicio y un apóstol del amor”.

Sigamos rogando a Dios por el Hermano Santiago, acompañándolo en estos momentos de tanta alegría.