Ordenación diaconal de Gregorio Mejía, L.C.
El 31 de agosto, la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México fue testigo de la ordenación diaconal de Gregorio Mejía, L.C., en una ceremonia presidida por Mons. Francisco Javier Acero, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México. Este acontecimiento marca la vida y la vocación de Gregorio, quien desde su ingreso al Centro Vocacional en 2006, a la edad de 12 años, ha recorrido un camino de formación y discernimiento vocacional.
Durante la ceremonia, el nuevo diácono expresó su agradecimiento y emoción por este importante paso en su vida, destacando que su fortaleza proviene no solo de sus cualidades, sino especialmente de las oraciones y el apoyo incondicional de su familia, compañeros y formadores.
“Sé que no es por mí, no es por mis cualidades, sino sobre todo por su oración, porque, sin duda alguna, ha sido la que me ha sostenido a lo largo de mi camino”, compartió conmovido.
En su homilía, Mons. Acero subrayó la responsabilidad que conlleva el Sacramento del Orden, destacando que la vida diaconal es un llamado a vivir en despojo y servicio, siguiendo el modelo de Cristo servidor. “La vida de Cristo como siervo debe convertirse en la vida del diácono”, enfatizó el obispo, exhortando a Gregorio a buscar siempre la humildad y la caridad en su ministerio.
El P. Alberto Simán, L.C., Director Territorial de los Legionarios de Cristo, también tomó la palabra para agradecer a los padres y hermanos de Gregorio por su generosidad al permitirle seguir su vocación. “Es difícil tener lejos a un hijo, y sin embargo, en la mayoría de ocasiones es el que está más cercano”, comentó destacando el crecimiento espiritual de Gregorio desde su ingreso al seminario.
Al finalizar la misa Gregorio expresó que vinieron a su mente las palabras de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego
“no temas, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre?, creo que cada uno de ustedes me lo está gritando ¡Gregorio no temas, estamos contigo, te acompañamos!”
La ordenación de Gregorio Mejía, L.C., es un motivo de alegría y esperanza para el Regnum Christi y para la Iglesia, al tiempo que subraya la importancia del apoyo familiar en la formación de nuevas vocaciones.