Del 1 al 3 de marzo  se vivió el primer encuentro presencial del Máster en Acompañamiento Espiritual, primera generación, donde los alumnos del Pontificio Instituto Juan Pablo II que cursan este programa, no solo tuvieron la oportunidad de, dentro de una experiencia presencial, seguir profundizando en la belleza del acompañamiento, sino que esta vez pudieron trabajar y compartir en equipo durante tres días.

Durante el encuentro, los participantes experimentaron una profunda conexión con su compromiso de acompañar a otros en su viaje espiritual. Se destacaron cuatro habilidades fundamentales que fueron reafirmadas y puestas en práctica de manera significativa a lo largo del evento: la escucha activa, la habilidad para formular preguntas reflexivas, la autogestión emocional y la conexión empática.

La reflexión espiritual se tejió a través de la contemplación de tres escenas bíblicas clave. La primera, inspirada en la parábola del Buen Samaritano, resaltó la percepción de los participantes de ser los posaderos a quienes Dios confía el cuidado de aquellos “golpeados por la vida”. La segunda escena, basada en las Bodas de Caná, exploró a María como un modelo de acompañamiento, llevando al grupo a consagrarse a la Virgen que desata los nudos. La última escena, centrada en la Transfiguración, instó a los participantes a abandonar la comodidad de sentirse “avanzados en la fe” para salir al mundo y transformarlo para la gloria de Dios.

El componente espiritual del evento se vio enriquecido con momentos de adoración eucarística el viernes por la noche, así como en las mañanas de sábado y domingo. Las celebraciones eucarísticas a media mañana de ambos días proporcionaron un espacio significativo para la comunión espiritual y la reflexión colectiva. La jornada del sábado culminó con una conmovedora oración comunitaria y consagración, profundizando aún más el sentido de unidad y propósito compartido entre los participantes.

En resumen, la experiencia presencial del Máster en Acompañamiento Espiritual no solo consolidó el compromiso de los participantes, sino que también les proporcionó un marco espiritual sólido, basado en las enseñanzas bíblicas y en la práctica constante de habilidades esenciales. Este encuentro no solo fue una oportunidad para el crecimiento personal y espiritual, sino también un recordatorio poderoso de la responsabilidad compartida de transformar el mundo a través del acompañamiento espiritual.