Por P. José R. Valencia, L.C.
“El ECYD va a cambiar el mundo”, es la famosa frase atribuida a San Juan Pablo II en las vallas del encuentro de jóvenes de Denver… Un equipo de jóvenes que viene del ECYD hace la diferencia por la actitud de vida que ya traen en el corazón. Son jóvenes que han avanzado en el arte de la oración, han experimentado la alegría del darse en el apostolado y la alegría de ser ECYD.
El ECYD está llamado a ser un lugar de encuentros. Un lugar de amigos, un lugar de retos, un lugar de oración. Un buen ECYD puede tener grandes eventos, pero sin descuidar la vida ordinaria. Pues con su constancia y silencio, forma pequeños apóstoles. Las reuniones con su responsable de equipo, que es a su vez formador de Reino, les ayudan a proyectarse como líderes católicos. Los momentos espontáneos de oración les van permeando para lanzarse al apostolado.
“…forma
pequeños
apóstoles…”
La profesionalidad de un club es importante: que haya copas de fut, que haya imagen, que haya grandes eventos… Siempre y cuando no se descuide la dirección espiritual, los sacramentos, la vida de equipo, el apostolado y la formación sólida adecuada a su nivel.
Todavía recuerdo como un evento importante de mi niñez el día en que me incorporé al ECYD en Amecameca, esa misa marcó una alianza con Cristo de por vida. Me permitió, con mi madurez de niño, ofrecer mi vida para salvar almas, para ser un eslabón de esa cadena interminable del amor de Cristo a los hombres.
Cuando he vuelto a trabajar con adolescentes del ECYD me he maravillado de lo que son capaces de hacer cuando están convencidos de que se puede con la fuerza del amor, cambiar el mundo. Es una explosión de creatividad evangelizadora, es un ambiente óptimo para la maduración del adolescente basado en la auto convicción. Es una escuela de oración y de apostolado. Es un pequeño Nazaret para descubrir a Cristo en los pequeños detalles de la vida ordinaria.
“…cambiar
el mundo…”
Por todo esto es de vital importancia que la sección de jóvenes y el ECYD existan juntos. La sección de jóvenes puede especializarse en capacitar a los formadores que trabajan en el ECYD, en darles su acompañamiento y vida de equipo. También de proyectarles hacia su vida profesional y matrimonial si es el caso, y garantizando su perseverancia vocacional en el RC. El ECYD por su parte, prepara las fuerzas básicas del Reino, buscando ser un puente hacia la siguiente etapa de vida si el adolescente descubre que es su camino como bautizado. También pueden existir sinergias entre los apostolados de jóvenes y el ECYD para brindarles campos aún más sólidos y trascendentes de evangelización.